Yo
Fuentes:
- (1) Diccionario de Psicoanálisis
Jean Laplanche
Jean Bertrand Pontalis
bajo la dirección de Daniel Lagache
- (2) Diccionario de Psicoanálisis bajo la dirección de Roland Chemama
- (3) Elementos para una enciclopedia del psicoanálisis:
El aporte Freudiano
Esta obra fue dirigida por Pierre Kaufmann: (1916-1995), filósofo del psicoanálisis.
- (4) Diccionario de Psicoanálisis.
Elisabeth Roudinesco y Michel Plon
Yo
Al.: lch.
Fr.: moi
Ing.: ego.
It.: io.
Por.: ego.
Fuente(1)
Instancia que Freud distingue del ello y del superyó en su segunda teoría del aparato psíquico.Desde el punto de vista tópico, el yo se encuentra en una relación de dependencia, tantorespecto a las reivindicaciones del ello como a los imperativos del superyó y a las exigencias dela realidad. Aunque se presenta como mediador, encargado de los Intereses de la totalidad de lapersona, su autonomía es puramente relativa.Desde el punto de vista dinámico, el yo representa eminentemente, en el conflicto neurótico, elpolo defensivo de la personalidad; pone en marcha una serie de mecanismos de defensa,motivados por la percepción de un afecto displacentero (señal de angustia).Desde el punto de vista económico, el yo aparece como un factor de ligazón de los procesospsíquicos; pero, en las operaciones defensivas, las tentativas de ligar la energía pulsional secontaminan de los caracteres que definen el proceso primario: adquieren un matiz compulsivo,repetitivo, arreal La teoría psicoanalítica intenta explicar la génesis del yo dentro de dos registros relativamenteheterogéneos, ya sea considerándolo como un aparato adaptativo diferenciado a partir del elloen virtud del contacto con la realidad exterior, ya sea definiéndolo como el resultado deidentificaciones que conducen a la formación, dentro de la persona, de un objeto de amorcatectizado por el ello.En relación con la primera teoría del aparato psíquico, el yo es más extenso que el sistemapreconsciente-consciente, dado que sus operaciones defensivas son en gran parteInconscientes.Desde un punto de vista histórico, el concepto tópico del yo es el resultado de una noción que sehalla constantemente presente en Freud desde los orígenes de su pensamiento.En la medida en que existen en Freud dos teorías tópicas del aparato psíquico, la primera de lascuales hace intervenir los sistemas inconsciente, preconsciente-consciente, y la segunda lastres instancias ello, yo y superyó, es corriente en psicoanálisis admitir que el concepto de yo noadquiere un sentido estrictamente psicoanalítico, técnico, hasta después de lo que se ha llamadola «vuelta» de 1920. Por lo demás, este profundo cambio de la teoría habría correspondido, en lapráctica, a una nueva orientación, dirigida hacia el análisis del yo y de sus mecanismos dedefensa, más que a sacar a luz los contenidos inconscientes. Ciertamente, nadie ignora queFreud hablaba de «yo» (Ich) desde sus primeros escritos, pero generalmente lo haría, según sesostiene, de forma poco especificada, designando entonces este término la personalidad enconjunto. Las concepciones más detalladas en las cuales se atribuyen al yo funciones biendeterminadas dentro del aparato psíquico (por ejemplo, en el Proyecto de psicología científica[Entwurf einer Psychologie, 1895]), se considera que prefiguran de un modo aislado losconceptos de la segunda tópica. De hecho, corno veremos, la historia del pensamiento freudianoes mucho más compleja: por una parte, el estudio del conjunto de textos freudianos no permitelocalizar dos acepciones del yo correspondientes a dos períodos distintos: la noción de yosiempre ha estado presente, aun cuando se haya renovado por aportaciones sucesivas(narcisismo, establecimiento del concepto de identificación, etc.). Por otra parte, la «vuelta» de1920 no puede limitarse a la definición del yo como instancia central de la personalidad: como essabido, implica otras muchas aportaciones esenciales que modifican la estructura de conjunto dela teoría y sólo pueden ser debidamente apreciadas en sus correlaciones. Por último, nocreemos deseable intentar establecer desde un principio una neta distinción entre el yo comopersona y el yo como instancia, puesto que la articulación de estas dos acepciones formaprecisamente el núcleo de la problemática del yo. En Freud este problema se halla implícitamentepresente muy pronto y persiste incluso después de 1920. La ambigüedad terminológica que sepretendería denunciar y eliminar oculta un problema de fondo.Independientemente de las preocupaciones relativas a la historia del pensamiento freudiano,algunos autores, llevados de un deseo de clarificación, han intentado señalar una diferencia conceptual entre el yo como instancia, como subestructura de la personalidad, y el yo en tantoque se presenta como objeto de amor para el propio individuo-el yo del amor propio según LaRochefoucauld, el yo catectizado de libido narcisista según Freud- Así, por ejemplo, Hartmann hapropuesto disipar el equívoco que existiría en el concepto de narcisismo y en un término como elde catexis del yo (Ich-Besetzung, ego-cathexis): «Cuando se utiliza el término narcisismo, amenudo parecen confundirse dos pares antitéticos: el primero se refiere al sí mismo [self], lapropia persona en oposición al objeto; el segundo alude al yo (como sistema psíquico) enoposición a las otras subestructuras de la personalidad. Sin embargo, lo contrario de catexis delobjeto no es catexis del yo [ego-cathexis], sino catexis de la propia persona, es decir, catexisde sí mismo [self-cathexis]; cuando hablamos de catexis de sí mismo, ello no presupone que lacatexis esté situada en el ello, en el yo o en el superyó [...]. Por consiguiente, se aclararían lascosas definiendo el narcisismo como la catexis libidinal, no del yo, sino del sí mismo».A nuestro juicio, esta posición anticipa, en virtud de una distinción meramente conceptual, larespuesta a algunos problemas esenciales. De un modo general, lo que aporta el psicoanálisiscon su concepción del yo corre el peligro de pasar parcialmente ignorado si se yuxtaponesimplemente una acepción del término considerada como específicamente psicoanalítica a otrasacepciones juzgadas tradicionales y, a fortiori, si se intenta desde un principio representardiferentes sentidos por medio de otros tantos vocablos distintos. Freud no solamente encuentray utiliza las acepciones clásicas, oponiendo, por ejemplo, el organismo al ambiente, el sujeto alobjeto, el interior al exterior, sino que utiliza el propio término de Ich a estos distintos niveles, eincluso aprovecha la ambigüedad de este empleo, lo que indica que no excluye de su camponinguna de las significaciones adscritas al término yo (moi et je) (Ich).I. El concepto de yo Freud lo utiliza desde sus primeros trabajos, y resulta interesante ver cómose desprenden de los textos del período 1894-1900 cierto número de temas y de problemas quese volverán a encontrar más tarde.Lo que condujo a Freud a transformar radicalmente la concepción tradicional del yo fue laexperiencia clínica de las neurosis. La psicología y, sobre todo, la psicopatología de lasproximidades de 1880 conducen, en virtud del estudio de las «alteraciones y desdoblamientos dela personalidad», de los «estados segundos», etc., a desmantelar la noción de un yo que es unoy permanente. Es más, un autor como P. Janet pone en evidencia la existencia, en la histeria, deun desdoblamiento simultáneo de la personalidad: tiene lugar la «[...] formación, en el espíritu, dedos grupos de fenómenos: uno que constituye la personalidad ordinaria; el otro, que por lodemás es susceptible de subdividirse, forma una personalidad anormal distinta de la primera ycompletamente ignorada por ella». En este desdoblamiento de la personalidad Janet ve unaconsecuencia del «estrechamiento del campo de la conciencia», de una «debilidad de la síntesispsicológica», que produce en el histérico una «autotomía». «La personalidad no puede percibirtodos los fenómenos, y sacrifica definitivamente algunos de ellos; es una especie de autotomía,y estos fenómenos abandonados se desarrollan aisladamente, sin que el sujeto tenga conocimiento de su actividad». Ya es sabido que la aportación de Freud en la interpretación detales fenómenos consiste en ver en ellos la expresión de un conflicto psíquico: ciertasrepresentaciones son el objeto de una defensa, debido a que son inconciliables (unverträglich)con el yo.En el período 1895-1900 la palabra yo es utilizada a menudo por Freud en diversos contextos.Puede resultar cómodo ver cómo opera esta noción según el registro en que es utilizada: teoríade la cura, modelo del conflicto defensivo, metapsicología del aparato psíquico.1.° En el capítulo de los Estudios sobre la histeria titulado «Psicoterapia de la histeria», Freuddescribe cómo el material patógeno inconsciente, cuyo carácter altamente organizado subraya,sólo puede ser conquistado de un modo paulatino. La conciencia o «conciencia del yo» esconsiderada como un desfiladero que no deja pasar más de un recuerdo patógeno a la vez yque puede ser bloqueado mientras el trabajo elaborativo (Durcharbeitung) no haya vencido lasresistencias: «Uno de los recuerdos que se halla en vías de surgir en la conciencia permaneceallí ante el enfermo hasta que éste lo ha recibido en el espacio del yo». Se señala aquí la íntimaconexión existente entre la conciencia y el yo (atestiguada por el término: conciencia del yo), ytambién la idea de que el yo es más extenso que la conciencia actual; aquél es un verdaderodominio (que Freud pronto asimilará al «Preconsciente»).Las resistencias manifestadas por el paciente se describen en un primer análisis, en losEstudios sobre la histeria, como viniendo del yo «que encuentra placer en la defensa». Si unadeterminada técnica permite burlar momentáneamente su vigilancia, «en todas las ocasionesrealmente serias, se recupera, vuelve a encontrar sus fines y prosigue su resistencia». Pero,por otra parte, el yo está infiltrado por el «núcleo patógeno» inconsciente, de forma que el límiteentre ambos aparece en ocasiones como puramente convencional. Es más, «de esta mismainfiltración emanaría la resistencia». Aquí se encuentra ya bosquejado el problema de unaresistencia propiamente inconsciente, problema que, más tarde, suscitará dos distintasrespuestas en Freud: el recurrir a la noción de un yo inconsciente, y también la noción de unaresistencia propia del ello.2.° La noción de yo se halla constantemente presente en las primeras elaboraciones quepropone Freud del conflicto neurótico. Se dedica a especificar la defensa en distintos «modos»,«mecanismos», «procedimientos», «dispositivos» correspondientes a las diversaspsiconeurosis: histeria, neurosis obsesiva, paranoia, confusión alucinatoria, etc. En el origen deestas diversas modalidades del conflicto se sitúa la incompatibilidad de una representación conel yo.Así, por ejemplo, en la histeria el yo interviene como instancia defensiva, pero de un modocomplejo. El decir que el yo se defiende no se halla exento de ambigüedad. Esta fórmula puedecomprenderse del siguiente modo: el yo, como campo de conciencia, situado ante una situación conflictiva (conflicto de intereses, de deseos, o incluso de deseos y prohibiciones) e incapaz dedominarla, se defiende evitándola, no queriendo saber nada de ella; en este sentido, el yo seríael campo que debe ser preservado del conflicto por la actividad defensiva. Pero el conflictopsíquico que Freud ve actuar presenta otra dimensión: es el yo como «masa dominante derepresentaciones » lo que se ve amenazado por una representación considerada comoinconciliable con él: tiene lugar una represión por el yo. El Caso Lucy R..., uno de los primerosen que Freud establece la noción de conflicto y la parte que en él desempeña el yo, ilustra de unmodo especial esta ambigüedad: Freud no se satisface con la sola explicación según la cual elyo, por carecer del «valor moral» necesario, no quiere saber nada del «conflicto de afectos»que le perturba; la cura sólo progresa en la medida en que se ocupa de esclarecer «símbolosmnémicos» sucesivos, símbolos de escenas en las que aparece un deseo inconsciente bienpreciso, en lo que ofrece de inconciliable con la imagen de sí misma que la paciente intentamantener.Precisamente porque el yo toma parte en el conflicto, el motivo de la acción defensiva o, comodice a veces Freud a partir de esta época, su señal, es el sentimiento de displacer que le afectay que, para Freud, se halla directamente ligado a esta inconciliabilidad.Por último, si bien la operación defensiva de la histeria se atribuye al yo, esto no implica que seconciba únicamente como consciente y voluntaria. En el Proyecto de psicología científica, en elque Freud da un esquema de la defensa histérica, uno de los puntos importantes que intentaexplicar es «[...] por qué un proceso del yo se acompaña de efectos que habitualmente sóloencontramos en los procesos primarios»: en la formación del «símbolo mnémico» que es elsíntoma histérico, todo el quantum de afecto, toda la significación, se hallan desplazados de losimbolizado al símbolo, lo que no ocurre en el pensamiento normal. Esta utilización del procesoprimario por el yo sólo interviene cuando éste se ve incapaz de hacer funcionar sus defensasnormales (por ejemplo, atención, evitación). En el caso del recuerdo de un trauma sexual (véase:Posterioridad; Seducción), el yo se ve sorprendido por un ataque interno y no puede hacer másque «dejar que intervenga un proceso primario». La situación de la «defensa patológica» conrespecto al yo no se halla, pues, determinada en forma unívoca: en un sentido, el yo esciertamente el agente de la defensa, pero, en la medida en que sólo puede defenderseseparándose de lo que le amenaza, abandona la representación inconciliable a un tipo deproceso que escapa a su control.3.° En la primera elaboración metapsicológica dada por Freud del funcionamiento psíquico, seatribuye a la noción de yo un papel de primer orden. En el Proyecto de psicología científica, lafunción del yo es fundamentalmente inhibidora. En lo que Freud describe como «experiencia desatisfacción» (véase este término), el yo interviene para impedir que la catexis de la imagenmnémica del primer objeto satisfactorio adquiera una fuerza tal que desencadene un «indicio derealidad» a igual título que la percepción de un objeto real. Para que el indicio de realidadadquiera valor de criterio para el sujeto, es decir, para que se evite la alucinación y para evitarque la descarga se produzca tanto en la ausencia como en la presencia del objeto real, es necesario que se inhiba el proceso primario, que consiste en una libre propagación de laexcitación hasta la imagen. Se ve, pues, que, si bien el yo es lo que permite al sujeto noconfundir sus procesos internos con la realidad, no es debido a que posea un accesoprivilegiado a lo real, un patrón con el cual compararía las representaciones. Este acceso directoa la realidad Freud lo reserva a un sistema autónomo llamado «sistema percepción» (designadopor las letras W o w), muy distinto del sistema y del cual forma parte el yo que funciona de unmodo totalmente diferente.Freud describe el yo como una «organización» de neuronas (o, traducido al lenguaje menos«fisiológico» utilizado por Freud en otros textos, una organización de representaciones)caracterizada por varios rasgos: facilitación de las vías asociativas interiores de este grupo deneuronas, catexis constante por una energía de origen endógeno, es decir, pulsional, distinciónentre una parte permanente y una parte variable. La permanencia en él de un nivel de catexis eslo que permite al yo inhibir los procesos primarios, no sólo los que conducen a la alucinación,sino también aquellos capaces de provocar displacer («defensa primaria»). La catexis del deseohasta la alucinación, el desarrollo total de displacer que comporta un gasto total de la defensa,todo esto lo designamos con el término procesos psíquicos primarios; por el contrario, losprocesos que sólo son posibles en virtud de una buena catexis del yo y que representan unamoderación de los anteriores son los procesos psíquicos secundarios».Vemos, pues, que el yo no es definido por Freud como el conjunto del individuo, ni siquiera comoel conjunto del aparato psíquico; es sólo una parte de éste. Con todo, esta tesis debecompletarse, en la medida en que la relación del yo con el individuo, tanto en la dimensiónbiológica de éste (organismo) como en su dimensión psíquica, es de una importancia privilegiada.Esta ambigüedad constitutiva del yo se encuentra en la dificultad de dar un sentido unívoco a lanoción de interior, de excitación interna. La excitación endógena se concibe sucesivamentecomo viniendo del interior del cuerpo, más tarde del interior del aparato psíquico, y por últimocomo almacenada en el yo definitivo como reserva de energía (Vorratsträger): hay aquí unaserie de encajamientos sucesivos, que, si se prescinde de los esquemas explicativosmecanicistas que Freud da de ellos, inducen a concebir la idea de un yo como una especie demetáfora realizada del organismo.II. El capítulo metapsicológico de La interpretación de los sueños (exposición de la «primera»teoría del aparato psíquico, que, de hecho, se nos aparece más bien, a la luz de los trabajospóstumos de Freud, como una segunda metapsicología) muestra diferencias manifiestas enrelación con las concepciones anteriores. Se establece la diferenciación sistemática entre lossistemas Inconsciente, Preconsciente, Consciente, dentro del marco de un «aparato» en el queno interviene la noción de yo.A raíz de su descubrimiento del sueño como «vía real hacia el inconsciente», Freud hace recaerel acento especialmente sobre los mecanismos primarios del «trabajo del sueño» y sobre la forma como imponen su ley al material preconsciente. El paso de un sistema a otro se concibecomo traducción o, según una comparación óptica, como paso de un medio a otro dotado de uníndice de refracción distinto. No falta en el sueño la acción defensiva, pero ésta no es englobadaen modo alguno por Freud bajo el término «yo». Diversos aspectos que podían reconocérsele enlos trabajos anteriores se encuentran aquí repartidos en distintos niveles:l.° el yo como agente defensivo lo encontramos, por una parte, en la censura; conviene señalar,además, que ésta posee una función esencialmente prohibitiva, que impide asimilarla a unaorganización compleja capaz de hacer intervenir mecanismos diferenciados como los que Freudreconoce en los conflictos neuróticos;2.° la función moderadora e inhibidora ejercida por el yo sobre el proceso primario se vuelve aencontrar en el sistema Pcs, tal como funciona en el pensamiento durante la vigilia. Con todo, seobservará la diferencia existente a este respecto entre la concepción del Proyecto y la de Lainterpretación de los sueños. El sistema Pcs es el lugar mismo del funcionamiento del procesosecundario, mientras que el yo, en el Proyecto, era lo que inducía el proceso secundario, enfunción de su propia organización;3.° el yo como organización libidinalmente catectizada se encuentra explícitamente comoportador del deseo de dormir, en el que Freud ve el motivo de la formación del sueño.III. El período 1900-1915 puede definirse como un período de tanteos en lo que respecta a lanoción de yo. Esquemáticamente puede decirse que la investigación freudiana opera en cuatrodirecciones:1.ª En los trabajos más teóricos de Freud acerca del funcionamiento del aparato psíquico, aludeal modelo establecido en 1900 basándose en el ejemplo del sueño, llevándolo hasta sus últimasconsecuencias, sin hacer intervenir el concepto de yo en las diferenciaciones tópicas ni el depulsiones del yo en las consideraciones energéticas.2.ª Respecto a las relaciones entre el yo y la realidad, no puede hablarse de un verdaderocambio en la solución del problema sino de un desplazamiento del acento. La referenciafundamental sigue siendo la de la experiencia de satisfacción y de la alucinación primitiva: a) se valoriza el papel de «la experiencia de la vida»: «Solamente la falta persistente de lasatisfacción esperada, la decepción, es lo que ha dado lugar al abandono de esta tentativa desatisfacción por medio de la alucinación. En su lugar, el aparato psíquico hubo de decidirse arepresentar el estado real del mundo exterior y a intentar una modificación real»; b) el establecimiento de dos grandes principios del funcionamiento psíquico añade algo a ladistinción entre proceso primario y proceso secundario. El principio de realidad aparece comouna ley que viene a imponer desde el exterior sus exigencias al aparato psíquico, el cual tiendeprogresivamente a hacerlas suyas;c) Freud concede a las exigencias del principio de realidad un soporte privilegiado. Se trata delas pulsiones de autoconservación, que abandonan más rápidamente el funcionamiento según elprincipio de placer y que, susceptibles de ser educados más aprisa por la realidad, proporcionanel substrato energético de un «yo-realidad» que «[...] no tiene que hacer más que tender hacia loútil y asegurarse contra los daños». Bajo esta perspectiva, el acceso del yo a la realidadescaparía a toda problemática: la forma como el yo pone fin a la satisfacción alucinatoria deldeseo cambia de sentido; el yo efectúa la prueba de la realidad por intermedio de las pulsionesde autoconservación e intenta a continuación imponer las normas de la realidad a las pulsionessexuales (para la discusión de esta concepción, véase: Prueba de realidad y Yo-placer,Yo-realidad);d) la relación del yo con el sistema Preconsciente-Consciencia, y especialmente con lapercepción y la motilidad, se vuelve muy estrecha.3.° En la descripción del conflicto defensivo, y más especialmente en la clínica de la neurosisobsesiva, el yo se afirma como la instancia que se opone al deseo. Oposición que vieneseñalada por el afecto displacentero y que adquiere desde un principio la forma de una luchaentre dos fuerzas en las que se reconoce igualmente la marca de la pulsión; al querer poner enevidencia la existencia de una neurosis infantil «completa» en Análisis de un caso de neurosisobsesiva, Freud descubre: «una pulsión erótica y una rebeldía contra la misma, un deseo (aunno compulsivo) y un temor (ya compulsivo) que lucha contra él, un afecto penoso y un impulso arealizar acciones defensivas». Preocupado por dar al yo, simétricamente a la sexualidad, unsoporte pulsional, Freud se ve inducido a describir el conflicto como la oposición entre laspulsiones sexuales y las pulsiones del yo.En el mismo orden de ideas, Freud se pregunta sobre el desarrollo de las pulsiones del yo,desarrollo que debería tomarse en consideración a igual título que el desarrollo libidinal, y sugiereque, en el caso de la neurosis obsesiva, el desarrollo de las pulsiones del yo podría ir adelantadosobre el desarrollo libidinal.4.ª Durante este período aparece una nueva concepción, la del yo como objeto de amor, basadaespecialmente en los ejemplos de la homosexualidad y de las psicosis; esta concepciónpredominará en cierto número de textos de los años 1914-1915, que marcan un verdadero girodel pensamiento freudiano. IV. En este período de cambio (1914-1915) se elaboran tres nociones íntimamente ligadas entresí: el narcisismo, la identificación como constitutiva del yo, y la diferenciación, dentro del yo, deciertos componentes «ideales».1.° Lo que la introducción del narcisismo implica en cuanto a la definición del yo puede resumirsedel siguiente modo:a) el yo no existe desde un principio ni tampoco aparece como el resultado de una diferenciaciónprogresiva. Para constituirse requiere «una nueva acción psíquica»;b) se define como unidad en relación con el funcionamiento anárquico y fragmentado de lasexualidad que caracteriza al autoerotismo;c) se ofrece como objeto de amor a la sexualidad, a igual título que un objeto exterior. Bajo laperspectiva de una génesis de la elección objetal, Freud se ve inducido incluso a establecer lasecuencia: autoerotismo, narcisismo, elección objetal homosexual, elección objetal heterosexual;d) esta definición del yo como objeto impide que sea confundido con el conjunto del mundointerior del sujeto. Así, Freud tiende a mantener, en contraposición a Jung, una distinción entre laintroversión de la libido sobre las fantasías y una «vuelta de aquélla sobre el yo»;e) desde el punto de vista económico, «el yo debe considerarse como un gran reservorio delibido, de donde ésta es enviada hacia los objetos y que se halla siempre dispuesto a absorber lalibido que refluye a partir de los objetos». Esta imagen del reservorio implica que el yo no essimplemente un lugar de paso para la energía de catexis, sino el lugar de un estancamientopermanente de ésta, e incluso que es constituido como forma por esta carga energética. De ahíla imagen de un organismo, de un «pequeño animal protoplasmático» que se emplea paracaracterizarlo;f) por último, Freud describe como típica una «elección objetal narcisista», en la que el objeto deamor viene definido por su semejanza con el propio yo del individuo. Pero, aparte de un tipoparticular de elección objetal, que viene ilustrada, por ejemplo, por ciertos casos dehomosexualidad masculina, lo que Freud se ve inducido a modificar para situar el yo del sujetoes el conjunto de la noción de elección objetal, incluido el tipo denominado apoyo.2.° Durante el mismo período se enriquece considerablemente el concepto de identificación: juntoa aquellas formas, reconocidas desde un principio en la histeria, en las que la identificaciónaparece como transitoria, como una forma de significar, en un auténtico síntoma, una similitudinconsciente entre la persona y otro, Freud distingue otras formas fundamentales de identificación; ésta ya no es sólo la expresión de una relación entre yo y otra persona: el yopuede experimentar una profunda modificación por la identificación, convirtiéndose en el residuointrasubjetivo de una relación intersubjetiva. Así, en la homosexualidad masculina, «el joven noabandona a su madre, sino que se identifica con ella y se transforma en ella [...]. Lo quesorprende es el alcance de tal identificación: modifica el yo en una de sus partes másimportantes, el carácter sexual, según el prototipo de lo que anteriormente era objeto».3.° Como resultado del análisis de la melancolía y de los procesos que ésta pone de manifiesto,se transforma profundamente la noción de yo.a) la identificación con el objeto perdido, manifiesta en el melancólico, se interpreta como unaregresión, a una identificación más arcaica, concebida como una fase preliminar de la elecciónobjetal «[...] en la cual el yo quiere incorporarse este objeto». Esta idea prepara el camino parauna concepción de un yo que no sólo sería remodelado por identificaciones secundarias, sinoque desde el principio se constituiría por una identificación que tendría como prototipo laincorporación oral;b) el objeto introyectado en el yo es descrito por Freud en términos antropomórficos; essometido a los peores tratos, sufre, el suicida aspira a matarlo, etc.;c) con la introyección del objeto, de hecho es toda una relación la que puede interiorizarse almismo tiempo. En la melancolía, el conflicto ambivalente hacia el objeto será transpuesto a larelación con el yo;d) el yo no es concebido ya como la única instancia personificada dentro del psiquismo. Algunaspartes pueden separarse por escisión, especialmente la instancia crítica o conciencia moral: unaparte del yo se sitúa frente a otra, la juzga críticamente, la toma, por así decirlo, como objeto.Se afirma así la idea, que ya se encuentra en Introducción al narcisismo, según la cual la granoposición existente entre la libido del yo y la libido de objeto no basta para explicar todas lasmodalidades del retiro narcisista de la libido. La libido «narcisista» puede tener como objetos todauna serie de instancias que forman un sistema complejo y cuya pertenencia al sistema del yo esconnotada, por lo demás, por los nombres con que Freud las designa: yo ideal, ideal del yo,superyó.V. La «vuelta» de 1920: como puede verse, esta fórmula sólo puede aceptarse con reservas,por lo menos en lo que respecta a la introducción de la noción de yo. Con todo, no es posiblenegar el propio testimonio de Freud sobre el cambio esencial que entonces se produjo. Pareceque, si la segunda teoría tópica hace del yo un sistema o una instancia, ello se debería ante todoa que tiende a amoldarse a las modalidades del conflicto psíquico mejor que la primera teoría, de la cual puede decirse esquemáticamente que tomaba como eje principal los diversos tipos defuncionamiento mental (proceso primario y proceso secundario). Ahora se elevan a la categoríade instancias del aparato psíquico las partes que intervienen en el conflicto, el yo como agentede la defensa, el superyó como sistema de prohibiciones, el ello como polo pulsional. El paso dela primera tópica a la segunda no implica que las nuevas «provincias» invaliden las delimitacionesanteriores entre Inconsciente, Preconsciente y Consciente. Pero, en la instancia del yo, vienen aagruparse funciones y procesos que, dentro del marco de la primera tópica, se hallabanrepartidos entre varios sistemas:1.° La conciencia, en el primer modelo metapsicológico, constituía un auténtico sistema autónomo(sistema w del Proyecto de psicología científica), para inmediatamente ser asociada por Freud,en forma no exenta de dificultades, al sistema Pcs (véase: Conciencia); ahora se precisa susituación tópica: ella es el «núcleo del yo»;2.° las funciones reconocidas al sistema Preconsciente se incluyen, en su mayor parte, en el yo;3.° el yo, y éste es el punto sobre el que insiste especialmente Freud, es en gran parteinconsciente. Así lo demuestra la clínica y, sobre todo, las resistencias inconscientes halladasen la cura: «Hemos encontrado en el propio yo algo que también es inconsciente, que secomporta exactamente igual que lo reprimido, es decir, que produce poderosos efectos sinvolverse consciente y que, para ser hecho consciente, exige un trabajo particular». Con estoFreud abría un camino que fue ampliamente explorado por sus sucesores: se han descritotécnicas defensivas del yo que no sólo son inconscientes en el sentido de que el sujeto ignorasus motivos y el mecanismo, sino además porque presentan un matiz compulsivo, repetitivo,«arreal», que las asemeja a lo reprimido, contra lo cual luchan.Esta ampliación del concepto de yo implica que se atribuye a éste, en la segunda tópica, las másdiversas funciones: control de la motilidad y de la percepción, prueba de la realidad, anticipación,ordenación temporal de los procesos mentales, pensamiento racional, etc., pero tambiéndesconocimiento, racionalización, defensa compulsiva contra las exigencias pulsionales. Comose ha señalado, estas funciones pueden agruparse en pares antinómicos (oposición a laspulsiones y satisfacción de las pulsiones, insight y racionalización, conocimiento objetivo ydeformación sistemática, resistencia y levantamiento de resistencias, etc.), antinomias que nohacen más que reflejar la situación asignada al yo en relación con las otras dos instancias y larealidad. Según el punto de vista en que se sitúa, Freud resalta, unas veces la heteronomía delyo, otras sus posibilidades de una relativa autonomía. El yo aparece esencialmente como unmediador que se esfuerza en atender exigencias contradictorias; « [...] se halla sometido a unatriple servidumbre, por lo cual se encuentra amenazado por tres tipos de peligros: el provenientedel mundo exterior, el de la libido del ello y el de la severidad del superyó [...]. Como ser-limítrofe,el yo intenta actuar de intermediario entre el mundo y el ello, hacer que el ello obedezca al mundoy hacer que el mundo, gracias a la acción muscular, se adapte al deseo del ello». VI. La extensión adquirida por la noción de yo en la teoría psicoanalítica lo demuestra tanto laatención que le han prestado numerosos autores como la diversidad de sus modos de abordaje.Así, toda una escuela se ha propuesto como objetivo relacionar las adquisiciones psicoanalíticascon las de otras disciplinas: psicofisiología, psicología del aprendizaje, psicología infantil,psicología social, con vistas a constituir una verdadera psicología general del yo. Un intento deeste tipo hace intervenir nociones como la de energía desexualizada y neutralizada a disposicióndel yo, la de función llamada «sintética» y la de una esfera no conflictual del yo. El yo seconcibe, ante todo, como un aparato de regulación y de adaptación a la realidad, y cuya génesisse intenta explicar por medio de procesos de maduración y de aprendizaje, a partir de ladotación sensorio-motriz del lactante. Incluso aunque puedan encontrarse, en el origen de estosconceptos, algunos puntos de apoyo en el pensamiento freudiano, parece más difícil admitir quela última teoría del aparato psíquico encuentre allí su expresión más adecuada. Ciertamente no setrata de oponer a esta orientación de la ego psychology una exposición de lo que sería la«verdadera» teoría freudiana del yo: más bien sorprende la dificultad de situar en una mismalínea de pensamiento el conjunto de las aportaciones psicoanalíticas al concepto de yo,Esquemáticamente puede intentarse agrupar las concepciones freudianas en dos orientaciones,considerando los tres grandes problemas que plantean la génesis del yo, su situación tópica(principalmente su relación con el ello) y, por último, lo que se entiende por energía del yo desdeun punto de vista dinámico y económico.A) En una primera perspectiva, el yo aparece como el resultado de una diferenciaciónprogresiva del ello por influencia de la realidad exterior; esta diferenciación parte del sistemaPercepción-Conciencia, que se compara con la capa cortical de una vesícula de substancia viva:el yo «[...] se ha desarrollado a partir de la capa cortical del ello, que, dispuesta para recibir yapartar las excitaciones, se halla en contacto directo con el exterior (la realidad). Tomando comopunto de partida la percepción consciente, el yo somete a su influencia territoriosprogresivamente más amplios, capas cada vez más profundas del ello».El yo puede entonces definirse como un verdadero órgano que, cualesquiera que sean losfracasos efectivos que sufra, está destinado por principio, como representante de la realidad, aasegurar un control progresivo de las pulsiones: «Se esfuerza en lograr que impere la influenciadel mundo exterior sobre el ello y sus tendencias, intenta reemplazar el principio de placer, quereina sin restricción en el ello, por el principio de realidad. La percepción cumple, respecto al yo,una función análoga a la que posee la pulsión dentro del ello». Como el propio Freud indica, ladistinción entre el yo y el ello reasume entonces la oposición entre la razón y las pasiones.En esta concepción, el problema de la energía de que dispondría el yo no deja de planteardificultades. En efecto, en la medida en que el yo es el producto directo de la acción del mundoexterior, ¿cómo podría tomar de éste una energía capaz de actuar dentro de un aparato psíquico que funciona, por definición, con su propia energía? En ocasiones Freud se ve inducido a hacerintervenir la realidad, ya no solamente como un dato exterior que el individuo ha de tener encuenta para regular su funcionamiento, sino con todo el peso de una verdadera instancia (a igualtítulo que las instancias de la personalidad psíquica que son el yo y el superyó) actuando en ladinámica del conflicto. Pero, si la única energía de la que dispone el aparato psíquico es laenergía interna procedente de las pulsiones, la que se encuentra a disposición del yo sólo puedeser secundaria, derivada del ello. Esta solución, que es la que por lo general suele admitir Freud,tenía forzosamente que conducir a la hipótesis de una «desexualización» de la libido, hipótesisde la que cabe pensar que no hace más que localizar en una noción, a su vez problemática, unadificultad doctrinal.La concepción que acabamos de recordar aquí plantea, en conjunto, dos grandes problemas:por una parte, ¿cómo comprender la tesis, en la que se basa, de una diferenciación del yodentro de una entidad psíquica cuyas características se hallan mal definidas?, y, por otra, ¿noresulta difícil integrar en esta génesis casi ideal del aparato psíquico toda una serie deaportaciones fundamentales y propiamente psicoanalíticas a la noción de yo?La idea de una génesis del yo está cargada de ambigüedades, que, por lo demás, fueronmantenidas por Freud a todo lo largo de su obra y que no hacen más que agravarse con elmodelo propuesto en Más allá del principio del placer (Jenseits des Lustprinzips, 1920). Enefecto, la evolución de la «vesícula viva» invocada en este texto puede concebirse a distintosniveles: filogenia de la especie humana, o incluso de la vida en general, evolución del organismohumano, y también diferenciación del aparato psíquico a partir de un estado indiferenciado. Así,pues, ¿qué valor debe concederse a esta hipótesis de un organismo simplificado que construiríasus propios límites, su aparato receptor y su protector contra las excitaciones bajo el impacto delas excitaciones externas? ¿Se trata de una simple comparación que ilustra mediante unaimagen, tomada, más o menos válidamente, de la biología (el protozoo), la relación del individuopsíquico con lo que es exterior al mismo? En tal caso, el cuerpo debería, en rigor, considerarsecomo formando parte del «exterior» en relación con lo que sería una vesícula psíquica, pero estaidea sería contraria al pensamiento de Freud: él jamás consideró equivalentes las excitacionesexternas y las internas, o pulsiones, que atacan constantemente, desde dentro, al aparatopsíquico e incluso al yo, sin posibilidad de huida. Nos vemos, pues, inducidos a buscar unarelación más íntima entre esta representación biológica y su transposición psíquica. Enocasiones Freud se apoya en una analogía real existente, por ejemplo, entre las funciones del yoy los aparatos perceptivos y protectores del organismo: de igual modo que el tegumentoconstituye la superficie del cuerpo, el sistema Percepción-Conciencia se halla en la «superficie»del psiquismo. Un enfoque de este tipo induce a concebir el aparato psíquico como el resultadode una especialización de las funciones corporales, y el yo como el producto final de una largaevolución del aparato de adaptación.Por último, a otro nivel, cabe preguntarse si la insistencia de Freud en utilizar esta imagen de unaforma viviente caracterizada por su diferencia de nivel energético con respecto al exterior, poseyendo un límite sometido a efracciones, que constantemente debe defenderse yreconstituirse, no se basa en una relación real entre la génesis del yo y la imagen del organismo,relación que Freud sólo en raras ocasiones formuló explícitamente: «El yo es, ante todo, un yocorporal, no es solamente un ser de superficie, sino que él mismo es la proyección de unasuperficie». «El yo deriva, en último término, de sensaciones corporales, principalmente de lasque se originan en la superficie del cuerpo. Puede así considerarse como una proyección mentalde la superficie del cuerpo, junto al hecho [...]de que representa la superficie del aparatomental». Esta indicación invita a definir la instancia del yo como basada en una operaciónpsíquica real consistente en una «proyección» del organismo en el psiquismo.B) Esta última observación invitaría, por sí sola, a agrupar toda una serie de ideas, centrales enpsicoanálisis, que permiten definir otra perspectiva. Esta no elude el problema de la génesis delyo; busca la solución, no recurriendo a la idea de una diferenciación funcional, sino haciendointervenir operaciones psíquicas particulares, verdaderas precipitaciones en el psiquismo derasgos, imágenes, formas tomadas del otro humano (véase especialmente: Identificación;Introyección; Narcisismo; Fase del espejo; Objeto «bueno», objeto «malo»). Los psicoanalistasse han dedicado a investigar los momentos electivos y las etapas de estas identificaciones, y adefinir las que son específicas a las diversas instancias: yo, yo ideal, ideal del yo, superyó. Seobservará que, entonces, la relación del yo con la percepción y con el mundo exterior adquiereun nuevo sentido, sin quedar suprimida: el yo no es tanto un aparato que se desarrollaría a partirdel sistema Percepción-Conciencía como una formación interna que tendría su origen en ciertaspercepciones privilegiadas, provenientes, no del mundo exterior en general, sino del mundointerhumano.Desde el punto de vista tópico, el yo se define entonces, más que como una emanación del ello,como un objeto al que apunta éste: la teoría del narcisismo y el concepto correlativo de una libidoorientada hacia el yo o hacia un objeto exterior, según un verdadero equilibrio energético, lejosde ser abandonada por Freud con el advenimiento de la segunda tópica, será reafirmada hastaen sus últimos trabajos. La clínica psicoanalítica, especialmente la de las psicosis, habla tambiénen favor de esta concepción: menosprecio y odio del yo en el melancólico, ampliación del yohasta fusionarlo con el yo ideal en el maníaco, pérdida de los «límites» del yo, por retiro de lacatexis de éstas en los estados de despersonalización (como ha hecho resaltar P. Federn), etc.Finalmente, el difícil problema del soporte energético que sería preciso atribuir a las actividadesdel yo se presta a ser mejor examinado cuando se relaciona con el concepto de catexisnarcisista. Entonces el problema estriba menos en saber lo que significa el hipotético cambiocualitativo denominado desexualización o neutralización, que en comprender cómo el yo, objetolibidinal, puede constituir no sólo un «reservorio», sino también el sujeto de las catexis libidinalesque de él emanan.Esta segunda línea de pensamiento, de la que hemos dado aquí algunos elementos, se nosaparece, en la medida en que permanece más próxima a la experiencia y a los descubrimientos analíticos, como menos sintética que la primera; deja pendiente, sobre todo, la necesaria tarea dearticular a una teoría propiamente psicoanalítica del aparato psíquico, toda una serie deoperaciones y de actividades que, con la preocupación de edificar una psicología general, unaescuela psicoanalítica ha clasificado, como cosa obvia, entre las funciones del yo.
Fuentes:
- (1) Diccionario de Psicoanálisis
Jean Laplanche
Jean Bertrand Pontalis
bajo la dirección de Daniel Lagache
- (2) Diccionario de Psicoanálisis bajo la dirección de Roland Chemama
- (3) Elementos para una enciclopedia del psicoanálisis:
El aporte Freudiano
Esta obra fue dirigida por Pierre Kaufmann: (1916-1995), filósofo del psicoanálisis.
- (4) Diccionario de Psicoanálisis.
Elisabeth Roudinesco y Michel Plon
Yo
Al.: lch.
Fr.: moi
Ing.: ego.
It.: io.
Por.: ego.
Fuente(1)
Instancia que Freud distingue del ello y del superyó en su segunda teoría del aparato psíquico.Desde el punto de vista tópico, el yo se encuentra en una relación de dependencia, tantorespecto a las reivindicaciones del ello como a los imperativos del superyó y a las exigencias dela realidad. Aunque se presenta como mediador, encargado de los Intereses de la totalidad de lapersona, su autonomía es puramente relativa.Desde el punto de vista dinámico, el yo representa eminentemente, en el conflicto neurótico, elpolo defensivo de la personalidad; pone en marcha una serie de mecanismos de defensa,motivados por la percepción de un afecto displacentero (señal de angustia).Desde el punto de vista económico, el yo aparece como un factor de ligazón de los procesospsíquicos; pero, en las operaciones defensivas, las tentativas de ligar la energía pulsional secontaminan de los caracteres que definen el proceso primario: adquieren un matiz compulsivo,repetitivo, arreal La teoría psicoanalítica intenta explicar la génesis del yo dentro de dos registros relativamenteheterogéneos, ya sea considerándolo como un aparato adaptativo diferenciado a partir del elloen virtud del contacto con la realidad exterior, ya sea definiéndolo como el resultado deidentificaciones que conducen a la formación, dentro de la persona, de un objeto de amorcatectizado por el ello.En relación con la primera teoría del aparato psíquico, el yo es más extenso que el sistemapreconsciente-consciente, dado que sus operaciones defensivas son en gran parteInconscientes.Desde un punto de vista histórico, el concepto tópico del yo es el resultado de una noción que sehalla constantemente presente en Freud desde los orígenes de su pensamiento.En la medida en que existen en Freud dos teorías tópicas del aparato psíquico, la primera de lascuales hace intervenir los sistemas inconsciente, preconsciente-consciente, y la segunda lastres instancias ello, yo y superyó, es corriente en psicoanálisis admitir que el concepto de yo noadquiere un sentido estrictamente psicoanalítico, técnico, hasta después de lo que se ha llamadola «vuelta» de 1920. Por lo demás, este profundo cambio de la teoría habría correspondido, en lapráctica, a una nueva orientación, dirigida hacia el análisis del yo y de sus mecanismos dedefensa, más que a sacar a luz los contenidos inconscientes. Ciertamente, nadie ignora queFreud hablaba de «yo» (Ich) desde sus primeros escritos, pero generalmente lo haría, según sesostiene, de forma poco especificada, designando entonces este término la personalidad enconjunto. Las concepciones más detalladas en las cuales se atribuyen al yo funciones biendeterminadas dentro del aparato psíquico (por ejemplo, en el Proyecto de psicología científica[Entwurf einer Psychologie, 1895]), se considera que prefiguran de un modo aislado losconceptos de la segunda tópica. De hecho, corno veremos, la historia del pensamiento freudianoes mucho más compleja: por una parte, el estudio del conjunto de textos freudianos no permitelocalizar dos acepciones del yo correspondientes a dos períodos distintos: la noción de yosiempre ha estado presente, aun cuando se haya renovado por aportaciones sucesivas(narcisismo, establecimiento del concepto de identificación, etc.). Por otra parte, la «vuelta» de1920 no puede limitarse a la definición del yo como instancia central de la personalidad: como essabido, implica otras muchas aportaciones esenciales que modifican la estructura de conjunto dela teoría y sólo pueden ser debidamente apreciadas en sus correlaciones. Por último, nocreemos deseable intentar establecer desde un principio una neta distinción entre el yo comopersona y el yo como instancia, puesto que la articulación de estas dos acepciones formaprecisamente el núcleo de la problemática del yo. En Freud este problema se halla implícitamentepresente muy pronto y persiste incluso después de 1920. La ambigüedad terminológica que sepretendería denunciar y eliminar oculta un problema de fondo.Independientemente de las preocupaciones relativas a la historia del pensamiento freudiano,algunos autores, llevados de un deseo de clarificación, han intentado señalar una diferencia conceptual entre el yo como instancia, como subestructura de la personalidad, y el yo en tantoque se presenta como objeto de amor para el propio individuo-el yo del amor propio según LaRochefoucauld, el yo catectizado de libido narcisista según Freud- Así, por ejemplo, Hartmann hapropuesto disipar el equívoco que existiría en el concepto de narcisismo y en un término como elde catexis del yo (Ich-Besetzung, ego-cathexis): «Cuando se utiliza el término narcisismo, amenudo parecen confundirse dos pares antitéticos: el primero se refiere al sí mismo [self], lapropia persona en oposición al objeto; el segundo alude al yo (como sistema psíquico) enoposición a las otras subestructuras de la personalidad. Sin embargo, lo contrario de catexis delobjeto no es catexis del yo [ego-cathexis], sino catexis de la propia persona, es decir, catexisde sí mismo [self-cathexis]; cuando hablamos de catexis de sí mismo, ello no presupone que lacatexis esté situada en el ello, en el yo o en el superyó [...]. Por consiguiente, se aclararían lascosas definiendo el narcisismo como la catexis libidinal, no del yo, sino del sí mismo».A nuestro juicio, esta posición anticipa, en virtud de una distinción meramente conceptual, larespuesta a algunos problemas esenciales. De un modo general, lo que aporta el psicoanálisiscon su concepción del yo corre el peligro de pasar parcialmente ignorado si se yuxtaponesimplemente una acepción del término considerada como específicamente psicoanalítica a otrasacepciones juzgadas tradicionales y, a fortiori, si se intenta desde un principio representardiferentes sentidos por medio de otros tantos vocablos distintos. Freud no solamente encuentray utiliza las acepciones clásicas, oponiendo, por ejemplo, el organismo al ambiente, el sujeto alobjeto, el interior al exterior, sino que utiliza el propio término de Ich a estos distintos niveles, eincluso aprovecha la ambigüedad de este empleo, lo que indica que no excluye de su camponinguna de las significaciones adscritas al término yo (moi et je) (Ich).I. El concepto de yo Freud lo utiliza desde sus primeros trabajos, y resulta interesante ver cómose desprenden de los textos del período 1894-1900 cierto número de temas y de problemas quese volverán a encontrar más tarde.Lo que condujo a Freud a transformar radicalmente la concepción tradicional del yo fue laexperiencia clínica de las neurosis. La psicología y, sobre todo, la psicopatología de lasproximidades de 1880 conducen, en virtud del estudio de las «alteraciones y desdoblamientos dela personalidad», de los «estados segundos», etc., a desmantelar la noción de un yo que es unoy permanente. Es más, un autor como P. Janet pone en evidencia la existencia, en la histeria, deun desdoblamiento simultáneo de la personalidad: tiene lugar la «[...] formación, en el espíritu, dedos grupos de fenómenos: uno que constituye la personalidad ordinaria; el otro, que por lodemás es susceptible de subdividirse, forma una personalidad anormal distinta de la primera ycompletamente ignorada por ella». En este desdoblamiento de la personalidad Janet ve unaconsecuencia del «estrechamiento del campo de la conciencia», de una «debilidad de la síntesispsicológica», que produce en el histérico una «autotomía». «La personalidad no puede percibirtodos los fenómenos, y sacrifica definitivamente algunos de ellos; es una especie de autotomía,y estos fenómenos abandonados se desarrollan aisladamente, sin que el sujeto tenga conocimiento de su actividad». Ya es sabido que la aportación de Freud en la interpretación detales fenómenos consiste en ver en ellos la expresión de un conflicto psíquico: ciertasrepresentaciones son el objeto de una defensa, debido a que son inconciliables (unverträglich)con el yo.En el período 1895-1900 la palabra yo es utilizada a menudo por Freud en diversos contextos.Puede resultar cómodo ver cómo opera esta noción según el registro en que es utilizada: teoríade la cura, modelo del conflicto defensivo, metapsicología del aparato psíquico.1.° En el capítulo de los Estudios sobre la histeria titulado «Psicoterapia de la histeria», Freuddescribe cómo el material patógeno inconsciente, cuyo carácter altamente organizado subraya,sólo puede ser conquistado de un modo paulatino. La conciencia o «conciencia del yo» esconsiderada como un desfiladero que no deja pasar más de un recuerdo patógeno a la vez yque puede ser bloqueado mientras el trabajo elaborativo (Durcharbeitung) no haya vencido lasresistencias: «Uno de los recuerdos que se halla en vías de surgir en la conciencia permaneceallí ante el enfermo hasta que éste lo ha recibido en el espacio del yo». Se señala aquí la íntimaconexión existente entre la conciencia y el yo (atestiguada por el término: conciencia del yo), ytambién la idea de que el yo es más extenso que la conciencia actual; aquél es un verdaderodominio (que Freud pronto asimilará al «Preconsciente»).Las resistencias manifestadas por el paciente se describen en un primer análisis, en losEstudios sobre la histeria, como viniendo del yo «que encuentra placer en la defensa». Si unadeterminada técnica permite burlar momentáneamente su vigilancia, «en todas las ocasionesrealmente serias, se recupera, vuelve a encontrar sus fines y prosigue su resistencia». Pero,por otra parte, el yo está infiltrado por el «núcleo patógeno» inconsciente, de forma que el límiteentre ambos aparece en ocasiones como puramente convencional. Es más, «de esta mismainfiltración emanaría la resistencia». Aquí se encuentra ya bosquejado el problema de unaresistencia propiamente inconsciente, problema que, más tarde, suscitará dos distintasrespuestas en Freud: el recurrir a la noción de un yo inconsciente, y también la noción de unaresistencia propia del ello.2.° La noción de yo se halla constantemente presente en las primeras elaboraciones quepropone Freud del conflicto neurótico. Se dedica a especificar la defensa en distintos «modos»,«mecanismos», «procedimientos», «dispositivos» correspondientes a las diversaspsiconeurosis: histeria, neurosis obsesiva, paranoia, confusión alucinatoria, etc. En el origen deestas diversas modalidades del conflicto se sitúa la incompatibilidad de una representación conel yo.Así, por ejemplo, en la histeria el yo interviene como instancia defensiva, pero de un modocomplejo. El decir que el yo se defiende no se halla exento de ambigüedad. Esta fórmula puedecomprenderse del siguiente modo: el yo, como campo de conciencia, situado ante una situación conflictiva (conflicto de intereses, de deseos, o incluso de deseos y prohibiciones) e incapaz dedominarla, se defiende evitándola, no queriendo saber nada de ella; en este sentido, el yo seríael campo que debe ser preservado del conflicto por la actividad defensiva. Pero el conflictopsíquico que Freud ve actuar presenta otra dimensión: es el yo como «masa dominante derepresentaciones » lo que se ve amenazado por una representación considerada comoinconciliable con él: tiene lugar una represión por el yo. El Caso Lucy R..., uno de los primerosen que Freud establece la noción de conflicto y la parte que en él desempeña el yo, ilustra de unmodo especial esta ambigüedad: Freud no se satisface con la sola explicación según la cual elyo, por carecer del «valor moral» necesario, no quiere saber nada del «conflicto de afectos»que le perturba; la cura sólo progresa en la medida en que se ocupa de esclarecer «símbolosmnémicos» sucesivos, símbolos de escenas en las que aparece un deseo inconsciente bienpreciso, en lo que ofrece de inconciliable con la imagen de sí misma que la paciente intentamantener.Precisamente porque el yo toma parte en el conflicto, el motivo de la acción defensiva o, comodice a veces Freud a partir de esta época, su señal, es el sentimiento de displacer que le afectay que, para Freud, se halla directamente ligado a esta inconciliabilidad.Por último, si bien la operación defensiva de la histeria se atribuye al yo, esto no implica que seconciba únicamente como consciente y voluntaria. En el Proyecto de psicología científica, en elque Freud da un esquema de la defensa histérica, uno de los puntos importantes que intentaexplicar es «[...] por qué un proceso del yo se acompaña de efectos que habitualmente sóloencontramos en los procesos primarios»: en la formación del «símbolo mnémico» que es elsíntoma histérico, todo el quantum de afecto, toda la significación, se hallan desplazados de losimbolizado al símbolo, lo que no ocurre en el pensamiento normal. Esta utilización del procesoprimario por el yo sólo interviene cuando éste se ve incapaz de hacer funcionar sus defensasnormales (por ejemplo, atención, evitación). En el caso del recuerdo de un trauma sexual (véase:Posterioridad; Seducción), el yo se ve sorprendido por un ataque interno y no puede hacer másque «dejar que intervenga un proceso primario». La situación de la «defensa patológica» conrespecto al yo no se halla, pues, determinada en forma unívoca: en un sentido, el yo esciertamente el agente de la defensa, pero, en la medida en que sólo puede defenderseseparándose de lo que le amenaza, abandona la representación inconciliable a un tipo deproceso que escapa a su control.3.° En la primera elaboración metapsicológica dada por Freud del funcionamiento psíquico, seatribuye a la noción de yo un papel de primer orden. En el Proyecto de psicología científica, lafunción del yo es fundamentalmente inhibidora. En lo que Freud describe como «experiencia desatisfacción» (véase este término), el yo interviene para impedir que la catexis de la imagenmnémica del primer objeto satisfactorio adquiera una fuerza tal que desencadene un «indicio derealidad» a igual título que la percepción de un objeto real. Para que el indicio de realidadadquiera valor de criterio para el sujeto, es decir, para que se evite la alucinación y para evitarque la descarga se produzca tanto en la ausencia como en la presencia del objeto real, es necesario que se inhiba el proceso primario, que consiste en una libre propagación de laexcitación hasta la imagen. Se ve, pues, que, si bien el yo es lo que permite al sujeto noconfundir sus procesos internos con la realidad, no es debido a que posea un accesoprivilegiado a lo real, un patrón con el cual compararía las representaciones. Este acceso directoa la realidad Freud lo reserva a un sistema autónomo llamado «sistema percepción» (designadopor las letras W o w), muy distinto del sistema y del cual forma parte el yo que funciona de unmodo totalmente diferente.Freud describe el yo como una «organización» de neuronas (o, traducido al lenguaje menos«fisiológico» utilizado por Freud en otros textos, una organización de representaciones)caracterizada por varios rasgos: facilitación de las vías asociativas interiores de este grupo deneuronas, catexis constante por una energía de origen endógeno, es decir, pulsional, distinciónentre una parte permanente y una parte variable. La permanencia en él de un nivel de catexis eslo que permite al yo inhibir los procesos primarios, no sólo los que conducen a la alucinación,sino también aquellos capaces de provocar displacer («defensa primaria»). La catexis del deseohasta la alucinación, el desarrollo total de displacer que comporta un gasto total de la defensa,todo esto lo designamos con el término procesos psíquicos primarios; por el contrario, losprocesos que sólo son posibles en virtud de una buena catexis del yo y que representan unamoderación de los anteriores son los procesos psíquicos secundarios».Vemos, pues, que el yo no es definido por Freud como el conjunto del individuo, ni siquiera comoel conjunto del aparato psíquico; es sólo una parte de éste. Con todo, esta tesis debecompletarse, en la medida en que la relación del yo con el individuo, tanto en la dimensiónbiológica de éste (organismo) como en su dimensión psíquica, es de una importancia privilegiada.Esta ambigüedad constitutiva del yo se encuentra en la dificultad de dar un sentido unívoco a lanoción de interior, de excitación interna. La excitación endógena se concibe sucesivamentecomo viniendo del interior del cuerpo, más tarde del interior del aparato psíquico, y por últimocomo almacenada en el yo definitivo como reserva de energía (Vorratsträger): hay aquí unaserie de encajamientos sucesivos, que, si se prescinde de los esquemas explicativosmecanicistas que Freud da de ellos, inducen a concebir la idea de un yo como una especie demetáfora realizada del organismo.II. El capítulo metapsicológico de La interpretación de los sueños (exposición de la «primera»teoría del aparato psíquico, que, de hecho, se nos aparece más bien, a la luz de los trabajospóstumos de Freud, como una segunda metapsicología) muestra diferencias manifiestas enrelación con las concepciones anteriores. Se establece la diferenciación sistemática entre lossistemas Inconsciente, Preconsciente, Consciente, dentro del marco de un «aparato» en el queno interviene la noción de yo.A raíz de su descubrimiento del sueño como «vía real hacia el inconsciente», Freud hace recaerel acento especialmente sobre los mecanismos primarios del «trabajo del sueño» y sobre la forma como imponen su ley al material preconsciente. El paso de un sistema a otro se concibecomo traducción o, según una comparación óptica, como paso de un medio a otro dotado de uníndice de refracción distinto. No falta en el sueño la acción defensiva, pero ésta no es englobadaen modo alguno por Freud bajo el término «yo». Diversos aspectos que podían reconocérsele enlos trabajos anteriores se encuentran aquí repartidos en distintos niveles:l.° el yo como agente defensivo lo encontramos, por una parte, en la censura; conviene señalar,además, que ésta posee una función esencialmente prohibitiva, que impide asimilarla a unaorganización compleja capaz de hacer intervenir mecanismos diferenciados como los que Freudreconoce en los conflictos neuróticos;2.° la función moderadora e inhibidora ejercida por el yo sobre el proceso primario se vuelve aencontrar en el sistema Pcs, tal como funciona en el pensamiento durante la vigilia. Con todo, seobservará la diferencia existente a este respecto entre la concepción del Proyecto y la de Lainterpretación de los sueños. El sistema Pcs es el lugar mismo del funcionamiento del procesosecundario, mientras que el yo, en el Proyecto, era lo que inducía el proceso secundario, enfunción de su propia organización;3.° el yo como organización libidinalmente catectizada se encuentra explícitamente comoportador del deseo de dormir, en el que Freud ve el motivo de la formación del sueño.III. El período 1900-1915 puede definirse como un período de tanteos en lo que respecta a lanoción de yo. Esquemáticamente puede decirse que la investigación freudiana opera en cuatrodirecciones:1.ª En los trabajos más teóricos de Freud acerca del funcionamiento del aparato psíquico, aludeal modelo establecido en 1900 basándose en el ejemplo del sueño, llevándolo hasta sus últimasconsecuencias, sin hacer intervenir el concepto de yo en las diferenciaciones tópicas ni el depulsiones del yo en las consideraciones energéticas.2.ª Respecto a las relaciones entre el yo y la realidad, no puede hablarse de un verdaderocambio en la solución del problema sino de un desplazamiento del acento. La referenciafundamental sigue siendo la de la experiencia de satisfacción y de la alucinación primitiva: a) se valoriza el papel de «la experiencia de la vida»: «Solamente la falta persistente de lasatisfacción esperada, la decepción, es lo que ha dado lugar al abandono de esta tentativa desatisfacción por medio de la alucinación. En su lugar, el aparato psíquico hubo de decidirse arepresentar el estado real del mundo exterior y a intentar una modificación real»; b) el establecimiento de dos grandes principios del funcionamiento psíquico añade algo a ladistinción entre proceso primario y proceso secundario. El principio de realidad aparece comouna ley que viene a imponer desde el exterior sus exigencias al aparato psíquico, el cual tiendeprogresivamente a hacerlas suyas;c) Freud concede a las exigencias del principio de realidad un soporte privilegiado. Se trata delas pulsiones de autoconservación, que abandonan más rápidamente el funcionamiento según elprincipio de placer y que, susceptibles de ser educados más aprisa por la realidad, proporcionanel substrato energético de un «yo-realidad» que «[...] no tiene que hacer más que tender hacia loútil y asegurarse contra los daños». Bajo esta perspectiva, el acceso del yo a la realidadescaparía a toda problemática: la forma como el yo pone fin a la satisfacción alucinatoria deldeseo cambia de sentido; el yo efectúa la prueba de la realidad por intermedio de las pulsionesde autoconservación e intenta a continuación imponer las normas de la realidad a las pulsionessexuales (para la discusión de esta concepción, véase: Prueba de realidad y Yo-placer,Yo-realidad);d) la relación del yo con el sistema Preconsciente-Consciencia, y especialmente con lapercepción y la motilidad, se vuelve muy estrecha.3.° En la descripción del conflicto defensivo, y más especialmente en la clínica de la neurosisobsesiva, el yo se afirma como la instancia que se opone al deseo. Oposición que vieneseñalada por el afecto displacentero y que adquiere desde un principio la forma de una luchaentre dos fuerzas en las que se reconoce igualmente la marca de la pulsión; al querer poner enevidencia la existencia de una neurosis infantil «completa» en Análisis de un caso de neurosisobsesiva, Freud descubre: «una pulsión erótica y una rebeldía contra la misma, un deseo (aunno compulsivo) y un temor (ya compulsivo) que lucha contra él, un afecto penoso y un impulso arealizar acciones defensivas». Preocupado por dar al yo, simétricamente a la sexualidad, unsoporte pulsional, Freud se ve inducido a describir el conflicto como la oposición entre laspulsiones sexuales y las pulsiones del yo.En el mismo orden de ideas, Freud se pregunta sobre el desarrollo de las pulsiones del yo,desarrollo que debería tomarse en consideración a igual título que el desarrollo libidinal, y sugiereque, en el caso de la neurosis obsesiva, el desarrollo de las pulsiones del yo podría ir adelantadosobre el desarrollo libidinal.4.ª Durante este período aparece una nueva concepción, la del yo como objeto de amor, basadaespecialmente en los ejemplos de la homosexualidad y de las psicosis; esta concepciónpredominará en cierto número de textos de los años 1914-1915, que marcan un verdadero girodel pensamiento freudiano. IV. En este período de cambio (1914-1915) se elaboran tres nociones íntimamente ligadas entresí: el narcisismo, la identificación como constitutiva del yo, y la diferenciación, dentro del yo, deciertos componentes «ideales».1.° Lo que la introducción del narcisismo implica en cuanto a la definición del yo puede resumirsedel siguiente modo:a) el yo no existe desde un principio ni tampoco aparece como el resultado de una diferenciaciónprogresiva. Para constituirse requiere «una nueva acción psíquica»;b) se define como unidad en relación con el funcionamiento anárquico y fragmentado de lasexualidad que caracteriza al autoerotismo;c) se ofrece como objeto de amor a la sexualidad, a igual título que un objeto exterior. Bajo laperspectiva de una génesis de la elección objetal, Freud se ve inducido incluso a establecer lasecuencia: autoerotismo, narcisismo, elección objetal homosexual, elección objetal heterosexual;d) esta definición del yo como objeto impide que sea confundido con el conjunto del mundointerior del sujeto. Así, Freud tiende a mantener, en contraposición a Jung, una distinción entre laintroversión de la libido sobre las fantasías y una «vuelta de aquélla sobre el yo»;e) desde el punto de vista económico, «el yo debe considerarse como un gran reservorio delibido, de donde ésta es enviada hacia los objetos y que se halla siempre dispuesto a absorber lalibido que refluye a partir de los objetos». Esta imagen del reservorio implica que el yo no essimplemente un lugar de paso para la energía de catexis, sino el lugar de un estancamientopermanente de ésta, e incluso que es constituido como forma por esta carga energética. De ahíla imagen de un organismo, de un «pequeño animal protoplasmático» que se emplea paracaracterizarlo;f) por último, Freud describe como típica una «elección objetal narcisista», en la que el objeto deamor viene definido por su semejanza con el propio yo del individuo. Pero, aparte de un tipoparticular de elección objetal, que viene ilustrada, por ejemplo, por ciertos casos dehomosexualidad masculina, lo que Freud se ve inducido a modificar para situar el yo del sujetoes el conjunto de la noción de elección objetal, incluido el tipo denominado apoyo.2.° Durante el mismo período se enriquece considerablemente el concepto de identificación: juntoa aquellas formas, reconocidas desde un principio en la histeria, en las que la identificaciónaparece como transitoria, como una forma de significar, en un auténtico síntoma, una similitudinconsciente entre la persona y otro, Freud distingue otras formas fundamentales de identificación; ésta ya no es sólo la expresión de una relación entre yo y otra persona: el yopuede experimentar una profunda modificación por la identificación, convirtiéndose en el residuointrasubjetivo de una relación intersubjetiva. Así, en la homosexualidad masculina, «el joven noabandona a su madre, sino que se identifica con ella y se transforma en ella [...]. Lo quesorprende es el alcance de tal identificación: modifica el yo en una de sus partes másimportantes, el carácter sexual, según el prototipo de lo que anteriormente era objeto».3.° Como resultado del análisis de la melancolía y de los procesos que ésta pone de manifiesto,se transforma profundamente la noción de yo.a) la identificación con el objeto perdido, manifiesta en el melancólico, se interpreta como unaregresión, a una identificación más arcaica, concebida como una fase preliminar de la elecciónobjetal «[...] en la cual el yo quiere incorporarse este objeto». Esta idea prepara el camino parauna concepción de un yo que no sólo sería remodelado por identificaciones secundarias, sinoque desde el principio se constituiría por una identificación que tendría como prototipo laincorporación oral;b) el objeto introyectado en el yo es descrito por Freud en términos antropomórficos; essometido a los peores tratos, sufre, el suicida aspira a matarlo, etc.;c) con la introyección del objeto, de hecho es toda una relación la que puede interiorizarse almismo tiempo. En la melancolía, el conflicto ambivalente hacia el objeto será transpuesto a larelación con el yo;d) el yo no es concebido ya como la única instancia personificada dentro del psiquismo. Algunaspartes pueden separarse por escisión, especialmente la instancia crítica o conciencia moral: unaparte del yo se sitúa frente a otra, la juzga críticamente, la toma, por así decirlo, como objeto.Se afirma así la idea, que ya se encuentra en Introducción al narcisismo, según la cual la granoposición existente entre la libido del yo y la libido de objeto no basta para explicar todas lasmodalidades del retiro narcisista de la libido. La libido «narcisista» puede tener como objetos todauna serie de instancias que forman un sistema complejo y cuya pertenencia al sistema del yo esconnotada, por lo demás, por los nombres con que Freud las designa: yo ideal, ideal del yo,superyó.V. La «vuelta» de 1920: como puede verse, esta fórmula sólo puede aceptarse con reservas,por lo menos en lo que respecta a la introducción de la noción de yo. Con todo, no es posiblenegar el propio testimonio de Freud sobre el cambio esencial que entonces se produjo. Pareceque, si la segunda teoría tópica hace del yo un sistema o una instancia, ello se debería ante todoa que tiende a amoldarse a las modalidades del conflicto psíquico mejor que la primera teoría, de la cual puede decirse esquemáticamente que tomaba como eje principal los diversos tipos defuncionamiento mental (proceso primario y proceso secundario). Ahora se elevan a la categoríade instancias del aparato psíquico las partes que intervienen en el conflicto, el yo como agentede la defensa, el superyó como sistema de prohibiciones, el ello como polo pulsional. El paso dela primera tópica a la segunda no implica que las nuevas «provincias» invaliden las delimitacionesanteriores entre Inconsciente, Preconsciente y Consciente. Pero, en la instancia del yo, vienen aagruparse funciones y procesos que, dentro del marco de la primera tópica, se hallabanrepartidos entre varios sistemas:1.° La conciencia, en el primer modelo metapsicológico, constituía un auténtico sistema autónomo(sistema w del Proyecto de psicología científica), para inmediatamente ser asociada por Freud,en forma no exenta de dificultades, al sistema Pcs (véase: Conciencia); ahora se precisa susituación tópica: ella es el «núcleo del yo»;2.° las funciones reconocidas al sistema Preconsciente se incluyen, en su mayor parte, en el yo;3.° el yo, y éste es el punto sobre el que insiste especialmente Freud, es en gran parteinconsciente. Así lo demuestra la clínica y, sobre todo, las resistencias inconscientes halladasen la cura: «Hemos encontrado en el propio yo algo que también es inconsciente, que secomporta exactamente igual que lo reprimido, es decir, que produce poderosos efectos sinvolverse consciente y que, para ser hecho consciente, exige un trabajo particular». Con estoFreud abría un camino que fue ampliamente explorado por sus sucesores: se han descritotécnicas defensivas del yo que no sólo son inconscientes en el sentido de que el sujeto ignorasus motivos y el mecanismo, sino además porque presentan un matiz compulsivo, repetitivo,«arreal», que las asemeja a lo reprimido, contra lo cual luchan.Esta ampliación del concepto de yo implica que se atribuye a éste, en la segunda tópica, las másdiversas funciones: control de la motilidad y de la percepción, prueba de la realidad, anticipación,ordenación temporal de los procesos mentales, pensamiento racional, etc., pero tambiéndesconocimiento, racionalización, defensa compulsiva contra las exigencias pulsionales. Comose ha señalado, estas funciones pueden agruparse en pares antinómicos (oposición a laspulsiones y satisfacción de las pulsiones, insight y racionalización, conocimiento objetivo ydeformación sistemática, resistencia y levantamiento de resistencias, etc.), antinomias que nohacen más que reflejar la situación asignada al yo en relación con las otras dos instancias y larealidad. Según el punto de vista en que se sitúa, Freud resalta, unas veces la heteronomía delyo, otras sus posibilidades de una relativa autonomía. El yo aparece esencialmente como unmediador que se esfuerza en atender exigencias contradictorias; « [...] se halla sometido a unatriple servidumbre, por lo cual se encuentra amenazado por tres tipos de peligros: el provenientedel mundo exterior, el de la libido del ello y el de la severidad del superyó [...]. Como ser-limítrofe,el yo intenta actuar de intermediario entre el mundo y el ello, hacer que el ello obedezca al mundoy hacer que el mundo, gracias a la acción muscular, se adapte al deseo del ello». VI. La extensión adquirida por la noción de yo en la teoría psicoanalítica lo demuestra tanto laatención que le han prestado numerosos autores como la diversidad de sus modos de abordaje.Así, toda una escuela se ha propuesto como objetivo relacionar las adquisiciones psicoanalíticascon las de otras disciplinas: psicofisiología, psicología del aprendizaje, psicología infantil,psicología social, con vistas a constituir una verdadera psicología general del yo. Un intento deeste tipo hace intervenir nociones como la de energía desexualizada y neutralizada a disposicióndel yo, la de función llamada «sintética» y la de una esfera no conflictual del yo. El yo seconcibe, ante todo, como un aparato de regulación y de adaptación a la realidad, y cuya génesisse intenta explicar por medio de procesos de maduración y de aprendizaje, a partir de ladotación sensorio-motriz del lactante. Incluso aunque puedan encontrarse, en el origen de estosconceptos, algunos puntos de apoyo en el pensamiento freudiano, parece más difícil admitir quela última teoría del aparato psíquico encuentre allí su expresión más adecuada. Ciertamente no setrata de oponer a esta orientación de la ego psychology una exposición de lo que sería la«verdadera» teoría freudiana del yo: más bien sorprende la dificultad de situar en una mismalínea de pensamiento el conjunto de las aportaciones psicoanalíticas al concepto de yo,Esquemáticamente puede intentarse agrupar las concepciones freudianas en dos orientaciones,considerando los tres grandes problemas que plantean la génesis del yo, su situación tópica(principalmente su relación con el ello) y, por último, lo que se entiende por energía del yo desdeun punto de vista dinámico y económico.A) En una primera perspectiva, el yo aparece como el resultado de una diferenciaciónprogresiva del ello por influencia de la realidad exterior; esta diferenciación parte del sistemaPercepción-Conciencia, que se compara con la capa cortical de una vesícula de substancia viva:el yo «[...] se ha desarrollado a partir de la capa cortical del ello, que, dispuesta para recibir yapartar las excitaciones, se halla en contacto directo con el exterior (la realidad). Tomando comopunto de partida la percepción consciente, el yo somete a su influencia territoriosprogresivamente más amplios, capas cada vez más profundas del ello».El yo puede entonces definirse como un verdadero órgano que, cualesquiera que sean losfracasos efectivos que sufra, está destinado por principio, como representante de la realidad, aasegurar un control progresivo de las pulsiones: «Se esfuerza en lograr que impere la influenciadel mundo exterior sobre el ello y sus tendencias, intenta reemplazar el principio de placer, quereina sin restricción en el ello, por el principio de realidad. La percepción cumple, respecto al yo,una función análoga a la que posee la pulsión dentro del ello». Como el propio Freud indica, ladistinción entre el yo y el ello reasume entonces la oposición entre la razón y las pasiones.En esta concepción, el problema de la energía de que dispondría el yo no deja de planteardificultades. En efecto, en la medida en que el yo es el producto directo de la acción del mundoexterior, ¿cómo podría tomar de éste una energía capaz de actuar dentro de un aparato psíquico que funciona, por definición, con su propia energía? En ocasiones Freud se ve inducido a hacerintervenir la realidad, ya no solamente como un dato exterior que el individuo ha de tener encuenta para regular su funcionamiento, sino con todo el peso de una verdadera instancia (a igualtítulo que las instancias de la personalidad psíquica que son el yo y el superyó) actuando en ladinámica del conflicto. Pero, si la única energía de la que dispone el aparato psíquico es laenergía interna procedente de las pulsiones, la que se encuentra a disposición del yo sólo puedeser secundaria, derivada del ello. Esta solución, que es la que por lo general suele admitir Freud,tenía forzosamente que conducir a la hipótesis de una «desexualización» de la libido, hipótesisde la que cabe pensar que no hace más que localizar en una noción, a su vez problemática, unadificultad doctrinal.La concepción que acabamos de recordar aquí plantea, en conjunto, dos grandes problemas:por una parte, ¿cómo comprender la tesis, en la que se basa, de una diferenciación del yodentro de una entidad psíquica cuyas características se hallan mal definidas?, y, por otra, ¿noresulta difícil integrar en esta génesis casi ideal del aparato psíquico toda una serie deaportaciones fundamentales y propiamente psicoanalíticas a la noción de yo?La idea de una génesis del yo está cargada de ambigüedades, que, por lo demás, fueronmantenidas por Freud a todo lo largo de su obra y que no hacen más que agravarse con elmodelo propuesto en Más allá del principio del placer (Jenseits des Lustprinzips, 1920). Enefecto, la evolución de la «vesícula viva» invocada en este texto puede concebirse a distintosniveles: filogenia de la especie humana, o incluso de la vida en general, evolución del organismohumano, y también diferenciación del aparato psíquico a partir de un estado indiferenciado. Así,pues, ¿qué valor debe concederse a esta hipótesis de un organismo simplificado que construiríasus propios límites, su aparato receptor y su protector contra las excitaciones bajo el impacto delas excitaciones externas? ¿Se trata de una simple comparación que ilustra mediante unaimagen, tomada, más o menos válidamente, de la biología (el protozoo), la relación del individuopsíquico con lo que es exterior al mismo? En tal caso, el cuerpo debería, en rigor, considerarsecomo formando parte del «exterior» en relación con lo que sería una vesícula psíquica, pero estaidea sería contraria al pensamiento de Freud: él jamás consideró equivalentes las excitacionesexternas y las internas, o pulsiones, que atacan constantemente, desde dentro, al aparatopsíquico e incluso al yo, sin posibilidad de huida. Nos vemos, pues, inducidos a buscar unarelación más íntima entre esta representación biológica y su transposición psíquica. Enocasiones Freud se apoya en una analogía real existente, por ejemplo, entre las funciones del yoy los aparatos perceptivos y protectores del organismo: de igual modo que el tegumentoconstituye la superficie del cuerpo, el sistema Percepción-Conciencia se halla en la «superficie»del psiquismo. Un enfoque de este tipo induce a concebir el aparato psíquico como el resultadode una especialización de las funciones corporales, y el yo como el producto final de una largaevolución del aparato de adaptación.Por último, a otro nivel, cabe preguntarse si la insistencia de Freud en utilizar esta imagen de unaforma viviente caracterizada por su diferencia de nivel energético con respecto al exterior, poseyendo un límite sometido a efracciones, que constantemente debe defenderse yreconstituirse, no se basa en una relación real entre la génesis del yo y la imagen del organismo,relación que Freud sólo en raras ocasiones formuló explícitamente: «El yo es, ante todo, un yocorporal, no es solamente un ser de superficie, sino que él mismo es la proyección de unasuperficie». «El yo deriva, en último término, de sensaciones corporales, principalmente de lasque se originan en la superficie del cuerpo. Puede así considerarse como una proyección mentalde la superficie del cuerpo, junto al hecho [...]de que representa la superficie del aparatomental». Esta indicación invita a definir la instancia del yo como basada en una operaciónpsíquica real consistente en una «proyección» del organismo en el psiquismo.B) Esta última observación invitaría, por sí sola, a agrupar toda una serie de ideas, centrales enpsicoanálisis, que permiten definir otra perspectiva. Esta no elude el problema de la génesis delyo; busca la solución, no recurriendo a la idea de una diferenciación funcional, sino haciendointervenir operaciones psíquicas particulares, verdaderas precipitaciones en el psiquismo derasgos, imágenes, formas tomadas del otro humano (véase especialmente: Identificación;Introyección; Narcisismo; Fase del espejo; Objeto «bueno», objeto «malo»). Los psicoanalistasse han dedicado a investigar los momentos electivos y las etapas de estas identificaciones, y adefinir las que son específicas a las diversas instancias: yo, yo ideal, ideal del yo, superyó. Seobservará que, entonces, la relación del yo con la percepción y con el mundo exterior adquiereun nuevo sentido, sin quedar suprimida: el yo no es tanto un aparato que se desarrollaría a partirdel sistema Percepción-Conciencía como una formación interna que tendría su origen en ciertaspercepciones privilegiadas, provenientes, no del mundo exterior en general, sino del mundointerhumano.Desde el punto de vista tópico, el yo se define entonces, más que como una emanación del ello,como un objeto al que apunta éste: la teoría del narcisismo y el concepto correlativo de una libidoorientada hacia el yo o hacia un objeto exterior, según un verdadero equilibrio energético, lejosde ser abandonada por Freud con el advenimiento de la segunda tópica, será reafirmada hastaen sus últimos trabajos. La clínica psicoanalítica, especialmente la de las psicosis, habla tambiénen favor de esta concepción: menosprecio y odio del yo en el melancólico, ampliación del yohasta fusionarlo con el yo ideal en el maníaco, pérdida de los «límites» del yo, por retiro de lacatexis de éstas en los estados de despersonalización (como ha hecho resaltar P. Federn), etc.Finalmente, el difícil problema del soporte energético que sería preciso atribuir a las actividadesdel yo se presta a ser mejor examinado cuando se relaciona con el concepto de catexisnarcisista. Entonces el problema estriba menos en saber lo que significa el hipotético cambiocualitativo denominado desexualización o neutralización, que en comprender cómo el yo, objetolibidinal, puede constituir no sólo un «reservorio», sino también el sujeto de las catexis libidinalesque de él emanan.Esta segunda línea de pensamiento, de la que hemos dado aquí algunos elementos, se nosaparece, en la medida en que permanece más próxima a la experiencia y a los descubrimientos analíticos, como menos sintética que la primera; deja pendiente, sobre todo, la necesaria tarea dearticular a una teoría propiamente psicoanalítica del aparato psíquico, toda una serie deoperaciones y de actividades que, con la preocupación de edificar una psicología general, unaescuela psicoanalítica ha clasificado, como cosa obvia, entre las funciones del yo.
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