Durante los últimos 300 años, la sociedad occidental se ha visto azotada por el cambio, y parece estar adquiriendo nueva fuerza. La aceleración del cambio no afecta sólo a las industrias o naciones, sino al hombre, enfrentándolo al “shock del futuro”. El “shock cultural” es el experimentado por el visitante no preparado al verse inmerso en una cultura extraña. Es lo que ocurre cuando los conocidos procedimientos psicológicos que ayudan al individuo a comportarse en sociedad son retirados de pronto y sustituidos por otros nuevos, extraños e incomprensibles. El “shock del futuro” es la desorientación producida por la llegada prematura del futuro. Es un fenómeno de tiempo, un producto del ritmo enormemente acelerado del cambio en la sociedad. Nace de la superposición de una nueva cultura sobre la cultura antigua. Es un “shock cultural” dentro de uno mismo. Lo que está ocurriendo ahora es más grande y profundo que la revolución industrial. El momento actual es el segundo hito crucial de la historia humana sólo comparable con el paso de la barbarie a la civilización. Ya no son los recursos los que limitan las decisiones. Es la decisión la que hace los recursos. Éste es el cambio revolucionario fundamental, y se ha producido en ésta, la “800º generación”. En nuestro lapso actual, las fronteras han saltado en pedazos; la red de lazos sociales es tan tupida que las consecuencias de los sucesos contemporáneos son instantáneamente conocidas en todo el mundo. También los efectos de sucesos pasados asumen otro grado de importancia; nos vemos atrapados en el “rebote del tiempo”: todo lo que en el pasado les ocurrió a algunos hombres, afecta virtualmente a todos los hombres de hoy. Toda la historia se hecha sobre nosotros y paradójicamente, esta misma diferencia subraya nuestra ruptura con el pasado. Así se altera fundamentalmente el alcance del cambio. A través del espacio y del tiempo, el cambio tiene en ésta 800º generación, una fuerza y un alcance como nunca tuvo. Al cambiar nuestra relación con los recursos que nos rodean, ampliando violentamente el alcance del cambio y acelerando su ritmo, hemos roto irreparablemente con el pasado.
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