La creciente oposición al dominio mundial del capitalismo empresarial tiene que luchar con la sostenida vigencia de este dominio: su poderío económico y militar en los cuatro continentes, su imperio neocolonial y, lo que es más importante, su inconmovible capacidad para someter a la mayor parte de la población subyacente a su vigor y productividad abrumadoras. Este poderío mundial mantiene a la defensiva al mundo socialista, a un elevadísimo costo, no sólo en términos de gastos militares, sino también en lo que se refiere a la perpetuación de una burocracia represiva. Así, el desarrollo del socialismo continúa apartándose de sus metas originales, y la coexistencia competitiva con Occidente genera valores y aspiraciones, para los cuales sirve de modelo el estilo de vida estadounidense.
Ahora, sin embargo, esta amenazadora homogeneidad se ha ido relajando y una alternativa empieza a imponerse en el continuum represivo. Esta alternativa no se traduce tanto en un diverso camino hacia el socialismo, cuanto en la aparición de diferentes metas y valores de distintas aspiraciones en los hombres y mujeres que resisten y niegan el poder de explotación masiva del capitalismo empresarial, incluso en sus realizaciones más abiertas y liberales. El Gran Rechazo presenta formas variadas. En Vietnam, en Cuba, en China, se defiende y se lleva adelante una revolución que lucha por evitar la administración burocrática del socialismo. Las fuerzas guerrilleras en América Latina parecen animadas por ese mismo impulso subversivo: la liberación. Al propio tiempo,la fortaleza aparentemente inexpugnable del gran capitalismo muestra signos de una tensión cada vez más aguda: parece ser que ni siquiera los Estados Unidos pueden suministrar indefinidamente sus mercancías: rifles y mantequilla, napalm y televisión a colores. Es muy probable que los habitantes de los ghettos se conviertan en el primer sustento masivo de la revuelta (aunque no de una revolución). La oposición estudiantil se extiende en los viejos países socialistas como en los capitalistas. En Francia, ha desafiado por primera vez, de lleno, el poderío del régimen y ha revivido, por un momento, la persuasión libertaria de las banderas rojinegras; es más, ha demostrado la posibilidad de unas bases más amplias. La supresión temporal de la rebelión no dará marcha atrás a la tendencia.
Ninguno de estos factores constituye la alternativa. Sin embargo, todos perfilan, en muy diferentes planos, las limitaciones de las sociedades establecidas, de su capacidad de contención. Cuando se alcanzan estos límites, el sistema establecido (el Establishment) quizá inicie un nuevo orden de supresión totalitaria. Pero más allá de estos límites, también se encuentra el espacio, tanto físico como mental, para construir el predominio de una libertad que no es la del presente: una liberación, asimismo, respecto de los libertinajes del aparato explotador; una liberación que deberá preceder a la construcción de una sociedad libre, que exige un rompimiento histórico con el pasado y el presente.
Sería irresponsable sobrestimar las posibilidades actuales de esos factores (este ensayo subrayará los obstáculos y “dilaciones”), pero los hechos están a la vista, y no son sólo símbolos, sino encarnaciones concretas de esperanza. Señalan a la teoría crítica de la sociedad la tarea de reexaminar las perspectivas de que pueda surgir una sociedad socialista cualitativamente diversa de las sociedades existentes, la tarea de redefinir el socialismo y sus condiciones previas.
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Ahora, sin embargo, esta amenazadora homogeneidad se ha ido relajando y una alternativa empieza a imponerse en el continuum represivo. Esta alternativa no se traduce tanto en un diverso camino hacia el socialismo, cuanto en la aparición de diferentes metas y valores de distintas aspiraciones en los hombres y mujeres que resisten y niegan el poder de explotación masiva del capitalismo empresarial, incluso en sus realizaciones más abiertas y liberales. El Gran Rechazo presenta formas variadas. En Vietnam, en Cuba, en China, se defiende y se lleva adelante una revolución que lucha por evitar la administración burocrática del socialismo. Las fuerzas guerrilleras en América Latina parecen animadas por ese mismo impulso subversivo: la liberación. Al propio tiempo,la fortaleza aparentemente inexpugnable del gran capitalismo muestra signos de una tensión cada vez más aguda: parece ser que ni siquiera los Estados Unidos pueden suministrar indefinidamente sus mercancías: rifles y mantequilla, napalm y televisión a colores. Es muy probable que los habitantes de los ghettos se conviertan en el primer sustento masivo de la revuelta (aunque no de una revolución). La oposición estudiantil se extiende en los viejos países socialistas como en los capitalistas. En Francia, ha desafiado por primera vez, de lleno, el poderío del régimen y ha revivido, por un momento, la persuasión libertaria de las banderas rojinegras; es más, ha demostrado la posibilidad de unas bases más amplias. La supresión temporal de la rebelión no dará marcha atrás a la tendencia.
Ninguno de estos factores constituye la alternativa. Sin embargo, todos perfilan, en muy diferentes planos, las limitaciones de las sociedades establecidas, de su capacidad de contención. Cuando se alcanzan estos límites, el sistema establecido (el Establishment) quizá inicie un nuevo orden de supresión totalitaria. Pero más allá de estos límites, también se encuentra el espacio, tanto físico como mental, para construir el predominio de una libertad que no es la del presente: una liberación, asimismo, respecto de los libertinajes del aparato explotador; una liberación que deberá preceder a la construcción de una sociedad libre, que exige un rompimiento histórico con el pasado y el presente.
Sería irresponsable sobrestimar las posibilidades actuales de esos factores (este ensayo subrayará los obstáculos y “dilaciones”), pero los hechos están a la vista, y no son sólo símbolos, sino encarnaciones concretas de esperanza. Señalan a la teoría crítica de la sociedad la tarea de reexaminar las perspectivas de que pueda surgir una sociedad socialista cualitativamente diversa de las sociedades existentes, la tarea de redefinir el socialismo y sus condiciones previas.
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