La "Crítica de la Razón Pura" de Kant se ocupa de la facultad de razonar (Vernunft. Aquí las "ideas" juegan un rol similar a aquel jugado por la sensación y el juicio por el espacio y el tiempo y las categorías, respectivamente. Examinando la facultad de razonar Kant encuentra que esta tiene tres distintas operaciones, a saber, categórica, hipotética y disyuntiva de razonamiento. Estas, dice, corresponden a las tres "ideas", la idea del alma como sujeto pensante (idea sicológica), la idea de la materia como totalidad de los fenómenos (idea cosmológica) y la idea de Dios como suprema condición de toda la realidad (idea teológica. Comienza considerando la idea del alma, y examinando el curso del razonamiento de los sicologistas que enseñan la substancialidad, inamaterialidad e inmortalidad del alma humana, y afirma que tal línea de pensamiento filosófico es falaz, porque se inicia con la falsa suposición de que podemos tener un conocimiento intuitivo del alma como el sujeto substancial de los estados de conciencia. Esto, dice, es una suposición errónea porque, si bien tenemos y podemos conocer nuestros estados de conciencia, no podemos conocer el sujeto de los mismos. La sicología racional, entonces, parte de una equivocada suposición. Su camino está lleno de contradicciones; no puede concluir estableciendo la inmortalidad del alma. Después, Kant somete la idea cosmológica a un análisis similar. Él encuentra que tan pronto como comenzamos a decir algo con relación a la última naturaleza de la material caemos en un conjunto de contradicciones, que él llama "antinomias". Entonces, la proposición, "La materia tiene un comienzo", "El mundo fue creado", son claramente no más verdaderas que sus contradictorias, "La material es eterna", "El mundo no es creado". Para cada tesis relacionada con la naturaleza última del universo material una igualmente plausible antítesis puede serle opuesta. La conclusión es que por la pura razón nada podemos conocer de la naturaleza del universo material. Finalmente, Kant toma la idea teológica, la idea de Dios y, critica los métodos y los argumentos de la teología racional. Las bases especulativas de nuestra creencia en la existencia de Dios son defectuosas, dice, porque estas pruebas van más allá de lo que permiten sustentar y no son conclusivas. El argumento ontológico de San Anselmo trata de establecer una proposición existencial sin hacer referencia a la experiencia; confunde el orden de las cosas con el orden de las ideas. El argumento cosmológico lleva el principio de causalidad más allá del mundo de la experiencia sensible, dónde solo es válido. Y el psicoteológico argumento del plan, si bien puede probar la existencia de una inteligencia ordenadora, no puede establecer la existencia de un Ser Supremo. Kant, por supuesto, no niega la existencia de Dios, como tampoco niega la inmortalidad del alma o la realidad última de la material. Su propósito es presentar que las tres ideas, o en otras palabras, los razonamientos especulativos sobre el alma, el universo y Dios, no le añaden nada a nuestro conocimiento. Pero, si bien las ideas no extienden nuestra experiencia, si la regulan. La mejor manera de pensar nuestros estados de conciencia consiste en representárnoslos como inherentes a un sujeto substancial, del que, de todas maneras, no sabemos nada. La mejor manera de pensar el mundo externo es representárnoslo como una multiplicidad de apariencias, el conjunto de las cuales es una desconocida cosa material; y la major manera de organizar y sistematizar todo nuestro conocimiento de la realidad es representarnos cada cosa como surgiendo de una fuente, gobernada por una ley, y tendiendo hacia un fin; ley, fuente, y fin que es un desconocido y (especulativamente) incognoscible Dios. Es en verdad fácil ver como esta fase negativa de la filosofía de Kant afectó el subsiguiente curso del pensamiento filosófico europeo. Las conclusiones de la primera "Crítica" son las premisas del agnosticismo contemporáneo. No podemos conocer nada, excepto las apariencias de las cosas; los sentidos nos entregan sólo fenómenos; los juicios no pueden ir más allá de los sentidos en lo que concierne al mundo; la ciencia y la filosofía fallan totalmente en el esfuerzo por alcanzar un conocimiento de la sustancia (noúmeno), o esencia, y los esfuerzos metafísicos por enseñarnos lo que es el alma, lo que es la materia y quién es Dios, han fallado y están condenados inevitablemente a fallar. Estas son las conclusiones a las cuales Kant llega en la "Crítica de la Razón Pura"; estas son las afirmaciones que los agnósticos y los Neokantianos oponen a los escolásticos.
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