El punto de partida es la revolución en la conciencia del hombre moderno, que disuelve el fondo metafísico sobre el que reposaba la existencia individual e instala en su lugar, como principio ordenador, un tipo de razón depositado en la individualidad misma. Asumido como ser racional, ligado a sus propios fines, el hombre se libera de sujeciones exteriores, sólo que a costa del sacrificio de todo vínculo inmediato con el significado: la pregunta en adelante será cómo articular los fragmentos dispersos que conforman una vida humana para integrarlos en una totalidad de sentido. Una pregunta que no podrá ya responderse con certeza, porque, como dice Lukács "Nuestro pensamiento recorre un camino infinito de aproximación jamás terminada" (1985a: 304), lo que conduce a la nostalgia, condición intrínseca del hombre moderno, del hombre atenido a sí mismo en un mundo abandonado, sin nada sólido a lo que aferrarse.
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