La nueva generación que, desde los Estados Unidos y la OTAN, dicta ahora las reglas del juego ha iniciado el siglo XXI con más guerras sucias contra países periféricos acusados de terrorismo y de violar los derechos humanos. Al dar cuenta de esas campañas, cuidadosamente vestidas de "causa justa" o "libertad duradera", los medios de comunicación suelen presentar los crímenes cometidos por los gobernantes de esos países como "genocidios" y las muertes y destrucción que producen los atacantes como "daños colaterales". Nos hemos habituado tanto a vivir instalados en esa constante falacia que estamos perdiendo la capacidad de analizar lo que sucede desde los hechos y desde los datos de la realidad. Este pequeño libro denuncia el nuevo imperialismo supuestamente "ético" y nos ofrece una excelente síntesis informativa sobre la responsabilidad de los EE.UU. y sus aliados occidentales en las atrocidades cometidas en Colombia, Turquía, Kosovo o Timor oriental, casos estos dos últimos en los que se detiene extensamente para mostrarnos cómo mientras las fuerzas de la OTAN, en nombre de los derechos humanos, se dedicaban a destruir objetivos no militares en Yugoslavia y provocaban con su intervención una escalada en la limpieza étnica llevada a cabo por los serbios, los paramilitares indonesios, armados y entrenados por los EE.UU. arrasaban Timor oriental, y los turcos, igualmente armados por el país norteamericano, llevaban a cabo brutalidades atroces contra la minoría kurda. Noam Chomsky, que lleva tres décadas denunciando la bancarrota moral de los Estados Unidos en el mundo, es uno de los pocos intelectuales que exigen a su país que no hagan a los demás lo que no quieren para ellos mismos. Sus inteligentes, documentadas y sarcásticas críticas desmontando mentiras consagradas le han valido ser motejado de Bad News Chomsky. No ha de sorprendernos que sus ideas y sus opiniones sean silenciadas sistemáticamente por los medios de prensa o cadenas radiofónicas y de televisión del sistema que, en palabras de Manuel Vázquez Montalbán, "no le regalan ni el espacio de quince líneas o de un minuto de voz e imagen para que transmita sus críticas a mayores audiencias".
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