Schiller gobierna su vida -y su obra- a partir de la intuición inquebrantable de la libertad. De una libertad que puede llegar a determinar y dominar, a través de su concreción en la acción, el propio carácter. Y lo que es todavía más sorprendente y llamativo: el propio cuerpo. Schiller creía firmemente en que la libre disposición espiritual generaba y gestaba la propia naturaleza corporal. A partir de sus primeros estudios filosóficos y científicos, y sobre todo de su fecunda actividad como médico, anterior a su dedicación exclusiva a la literatura, advierte una correlación psico-física que, sin embargo, gravita en el espíritu (y en su capacidad para la libertad). El cuerpo es una criatura del espíritu. En él se encarna la Idea. La idea de libertad. Una idea genial, sorprendente (sobre todo en su recepción en nuestro contexto filosófico).
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