El suicidio es "todo caso de muerte que resulta directa o indirectamente de un acto positivo o negativo realizado por la víctima misma, y que, según ella sabía, debía producir este resultado". (Le Suicide, edición de 1960, pág. 5).
Acto positivo: dispararse un tiro en la sien. Acto negativo: no abandonar una casa en llamas o rehusar todo alimento hasta dejarse morir. Una huelga de hambre llevada hasta la muerte es un ejemplo de suicidio.
Los tres tipos de suicidio que Durkheim se cree autorizado a definir son el suicidio egoísta, el suicidio altruista, y el suicidio anómico.
Se analiza el suicidio egoísta gracias a la correlación entre la tasa de suicidio y los cuadros sociales integradores, la religión y la familia, considerada esta última en el doble aspecto del matrimonio y los hijos.
La tasa de suicidios varía con la edad; es decir, de modo general, se eleva al mismo tiempo que éste. Varía con el sexo; es más elevada en los hombre que en las mujeres; varía con la religión; utilizando estadísticas alemanas, Durkheim establece que los suicidios son más frecuentes en las poblaciones protestantes que en las católicas. Por otra parte, Durkheim compara la situación de los hombres y las mujeres casadas con la situación de los célibes, los viudos y las viudas. Los métodos estadísticos utilizados para realizar estas comparaciones son simples. Durkheim compara la frecuencia de los suicidios en los hombres casados y solteros de la misma edad, con el fin de establecer lo que denomina el coeficiente de preservación, que mide la disminución de la frecuencia del suicidio en determinada edad en función de la situación familiar. Asimismo establece coeficientes cíe preservación o, por el contrario, coeficientes de agravación, para las mujeres célibes o casadas, para los viudos y las viudas.
Así, los individuos abandonados a sí mismos experimentan deseos infinitos. Como nunca pueden satisfacerse, alcanzan cierto equilibrio sólo mediante una fuerza exterior de orden moral, que les enseña moderación y les ayuda a hallar la paz. Toda situación que tienda a aumentar la disparidad entre los deseos y la satisfacción se expresa en un coeficiente de agravamiento. Este primer tipo social de suicidio, establecido mediante el estudio estadístico de las correlaciones, se define con el término egoísmo. Los hombres o las mujeres tienden más a quitarse la vida cuando piensan esencialmente en sí mismos, cuando no están integrados; en un grupo social, cuando la autoridad del grupo y la fuerza de las obligaciones impuestas por un medio estrecho y fuerte no readuce los deseos que los animan a la medida compatible con el destino humano.
El segundo tipo de suicidio es el suicidio altruista. El individuo se da muerte de acuerdo con imperativos sociales, y ni siquiera piensa en reivindicar su derecho a la vida. Se sacrifica a un imperativo social interiorizado, y obedece las órdenes del grupo hasta el extremo de ahogar en sí mismo el instinto de conservación.
Fuera de estos casos de suicidio heroico o religioso, Durkheim descubre en las estadísticas un ejemplo moderno de suicidio altruista: el aumento de la frecuencia de suicidios en el ejército. No es posible explicar estos suicidios como suicidios egoístas, pues por definición los militares—se trata aquí de profesionales y de individuos con grado—pertenecen a un grupo muy integrado. Los soldados conscriptos consideran que su situación es transitoria, y combinan la obediencia con una libertad muy considerable en sus juicios acerca del sistema. Es muy evidente que los militares de carrera adhieren al sistema en que están integrados pues salvo casos excepcionales no lo habrían elegido si no le profesasen un mínimo de lealtad. Pertenecen a una organización cuyo principio esencial es la disciplina. Por lo tanto, están situados en el extremo opuesto de los célibes que rehúsan la disciplina de la vida de familia y son incapaces de limitar sus deseos infinitos.
Los que tienen exceso de altruismo confunden de tal modo con el grupo al que pertenecen que son incapaces de resistir los golpes de la suerte.
Finalmente, hay un tercer tipo social de suicidio, el suicidio anómico. Este tipo es el que interesa particularmente a Durkheim, porque es el más característico de la sociedad moderna. Este suicidio anómico es el que se refleja en la correlación estadística entre la frecuencia de los suicidios y las fases del ciclo económico.
Aparentemente, las estadísticas nos revelan una tendencia al aumento de la frecuencia de los suicidios en los períodos de crisis económica; pero también, lo que es más interesante y más inesperado, en las fases de gran prosperidad.
En cambio, hallamos otro fenómeno curioso: una tendencia a la disminución de la frecuencia de los suicidios en los períodos de grandes acontecimientos políticos. Así, durante los años de guerra, disminuye el número de suicidios.
Lo que le interesa por encima de todo, al extremo de obsesionarlo, es en efecto la crisis de la sociedad moderna que se define por la desintegración social y la debilidad de los vínculos que relacionan al individuo con el grupo.
En estas sociedades, la existencia social ya no está regulada por la costumbre; los individuos compiten permanentemente unos con otros; esperan mucho de la existencia y le exigen mucho, y por lo tanto están acechados perpetuamente por el sufrimiento que se origina en la desproporción entre sus aspiraciones y satisfacciones. Esta atmósfera de inquietud es propicia para el desarrollo de la "corriente suicidógena".
Durkheim procura luego demostrar que los tipos sociales que ha elaborado corresponden aproximadamente a tipos psicológicos.
El suicidio egoísta se manifestará por un estado de apatía y de ausencia de apego a la vida, el suicidio altruista por la energía y la pasión; y el suicidio anómico se caracterizará por un estado de irritación y de disgusto, irritación vinculada con las múltiples ocasiones de decepción que la existencia moderna ofrece, un disgusto que es resultado de que se ha cobrado conciencia de la desproporción entre las aspiraciones y las satisfacciones.
Una vez que los tipos sociales se han expresado en términos psicológicos, resta explicar o formular en términos explicativos los resultados del estudio, lo que es esencial desde el punto de vista de la teoría sociológica.
Podemos resumir así la teoría de Durkheim: los suicidios son fenómenos individuales, que responden a causas esencialmente sociales. Hay corrientes suicidógenas, para utilizar la expresión de Durkheim, que recorren la sociedad. Se originan, no en el individuo, sino en la colectividad, y son la causa real o determinante de los suicidios. Ciertamente, estas corrientes suicidógenas no se expresan en cualquier individuo, tomado al azar. Si tales o cuales individuos se suicidan, ello responde probablemente al hecho de que estaban predispuestos por su constitución psicológica, por su debilidad nerviosa y por ciertas perturbaciones neuróticas. Asimismo, las circunstancias sociales que crean las corrientes suicidógenas determinan estas predisposiciones psicológicas, porque los individuos, que viven en las condiciones de la sociedad moderna, poseen sensibilidades afinadas y por lo tanto vulnerables.
Las causas reales del suicidio son fuerzas sociales que varían según las sociedades, los grupos y las religiones.
Emanan del grupo y no de los individuos considerados por separado. Hallamos aquí una vez más el tema fundamental de la sociología de Durkheim, a saber, que en sí mismas las sociedades son heterogéneas respecto de los individuos. Existen fenómenos o fuerzas cuyo basamento es la colectividad y no la suma de los individuos. En conjunto, estos últimos determinan fenómenos o fuerzas que no se explican sino por su agrupamiento. Hay fenómenos sociales específicos que se imponen a los fenómenos individuales. El ejemplo más notable o más elocuente es precisamente el de las corrientes sociales que impulsan a los hombres a la muerte, de modo que cada uno cree obedecer sólo su propio impulso, cuando no es más que el juguete de fuerzas colectivas.
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