Aquí se plantea una tesis sencilla, pero complicada de llevar a la práctica: las crisis que sufrimos los humanos nos deben funcionar para resurgir como de las cenizas. Y para lograrlo, se necesita de toda una preparación mental y de un estado de ánimo casi divino.
La edición está a cargo de Stanislav y Chistina Grof, personajes reconocidos por sus investigaciones en el campo de los llamados “estados no ordinarios de conciencia” y de la psicología transpersonal.
Su hipótesis, lo dicen en el prólogo, es la siguiente. La abrevio de la cuarta de forros: las personas implicadas en un proceso de transformación personal, sufren crisis que los trastornan de alguna manera. Es decir: se parte en dos su sentido de la identidad y entonces surgen experiencias espirituales o “místicas” que producen miedo y confusión. La vida cotidiana se hace difícil y se duda de la cordura.
La psiquiatría moderna (¡ah, mi tendencia antipsiquiátrica!) no distingue entre los estados de crisis y los de enfermedad. Creo que de eso (acotación aparte) estoy más que consciente y soy un propio testigo. Es por esto que los autores de este libro consideran que las crisis pueden funcionar como procesos de transformación, sólo que quien se encuentra en ese proceso de transformación debe de estar preparado para saber, por así decirlo, darle un giro a su crisis.
De alguna manera creo que estoy de acuerdo. De lo que no estoy muy seguro es de estar preparado para enfrentar una crisis de gran magnitud. Si alguna he tenido, ésta no ha dejado de perturbarme al menos durante un mes, si acaso.
En El poder curativo de las crisis hay varias voces, algunas de ellas de vital importancia en el ramo de la psiquiatría: Ronald D. Laing, Jack Kornfield, Ram Dass, Roberto Assagioli, Keith Thompson y Holger Kalweit, entre otros.
Los compiladores sostienen que lo que se llama enfermedad mental no es una verdadera locura; hablan de una “emergencia espiritual”, centrada en las formas de crisis evolutivas. La crisis espiritual –escriben– debe situarse en el problema de lo que la gente siente (y presiente) como “emergencia espiritual”.
El miedo a caer en la locura (situación de la que nadie se escapa por lo menos una vez en su vida) y el miedo a la muerte son etiquetados (obviamente) como una patología en el mundo occidental, aunque no lo sean de la manera más estricta del término. Pues dejo a los interesados el dato de El poder curativo de las crisis. Los lectores tendrán sus conclusiones.
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